LOS ATEOS

 

 O

 

TODOS CREEMOS EN ALGO

 

 

 

Documento del Archivo Familiar Nº 79. Don Carlos Arniches con Florentina en su taberna en 1931, año del homenaje de Madrid.

 

 

La escena transcurre en la taberna de la Calle del Peñón (posiblemente la taberna de Florentina), la que 16 años más tarde pasaría a llamarse Calle Carlos Arniches. Estamos cerca del Campillo del Mundo Nuevo, que debe su nombre a que al desaparecer un peñón, por un corrimiento de tierras, dejó al descubierto un “mundo nuevo” desde la perspectiva de los niños que usaron aquel desmonte para sus juegos (163). Se publica en Blanco y Negro el 1 de Agosto de 1915. Incluimos esta obra en su Etapa Moralizante.

 

Se escucha el repiqueteo de la campanilla del Viático, un coche fúnebre pasa junto a la puerta y uno de los parroquianos, el señor Eulalio, hace un ademán para quitarse la gorra en señal de respeto.

La carcajada por parte de los demás es brutal. Comienzan a llamarle beata, santurrona, cofrade y Jaimito ante lo que él mismo les responde:

 

SEÑOR EULALIO.- Saludo porque no creo que haga falta la desageración en cosa ninguna. Porque yo no es que pise una iglesia, que eso, Dios me libre…; pero tampoco soy como tú, que porque un día estornudastes en la calle y te dijeron “¡Jesús!”, tuviste un juicio de faltas. Ni soy como ése, que no pasa un cura por su lao que no le profiera una ofensa, bien oral, bien mímica. Yo no me persigno ni creo en esas pamplinas de santos ni de novenas; pero señor, una meaja de fe en algo hay que tenerla.

 

SEÑOR FLORO.- Aquí no hay más Dios ni más ser que la Naturaleza madre y su producto, que es el hombre, animal soberano y libre; y too lo demás que te digan, zanahorias condimentadas. El mundo ha surgido de un modo automóvil, del caos, y antes del caos de la nada flotante, y el globo terraquio que habitamos no es ni más ni menos que una corteza desprendida de otro planeta que s’ha enfriao, y los hombres son produzto de la putrefacción terraquia. Por tanto Eulalio, ni hay ser superior, ni cielo, ni purgatorio, ni andróminas de esas. En este mundo no hay nada más que este mundo, donde está todo, lo bueno, lo malo y lo entreverao. Y el día que mueras vuelves al seno de la tierra materna y te haces polvo, fósforo, gaseosa…, nada. ¡He dicho!

 

Tras esta discusión, Carlos Arniches relata un suceso que llegaría a vivir en su propia carne en el momento de su muerte. Al señor Floro, el ateo, le da un infarto por la noche, a las dos de la madrugada. Se despierta por el dolor y le pide a su mujer que avise a un médico. El cuarto se llena de vecinos y vecinas, el dolor no cesa y el propio Floro pide a la Virgen santísima que le alivie ese calvario. Ante esa súplica, una vecina se acerca, la señora Escolá, y le ofrece un sellito de la virgen de la Paloma, que si se lo toma con devoción se curaría.

 

Inicialmente él no quiere, pero al final acepta, se lo toma y se duerme prometiendo que si se salva llevaría un cirio de cera a la iglesia.

 

En el cuadro tercero, Eulalio se entera de lo sucedido y cuando se encuentra con Floro, camino de la iglesia para cumplir su promesa, lo llama y conversan.

 

Floro está avergonzado, y Eulalio le quita hierro contándole lo que sucedió con su nieta.

 

HISTORIAS DE ARNICHES NÚMERO 98

 

SEÑOR EULALIO.- ¡Qué me vas a decir, Floro!… ¡Yo era peor que tú! Yo te podía dar veinticinco pa cincuenta en custión de ateísmo. ¡Pero, amigo!, un día (tú sabes la pasión que tengo yo por mi nieta, que no quiero otra cosa en el mundo), pues fue el angelito y me cogió eso que le dicen la dizteria, que creí que se me moría. ¡Chiquillo!… de pensar yo que me iba a quedar sin aquél pispajo que me se agarra a las rodillas toas las tardes cuando vuelvo de la obra, y que es mi único consuelo… Amos, que me dio una angustia interior, por dentro que dije: “¡Dios mío, si me la salvas, me pongo hábito aunque sea!” ¡Y me la salvó! Por eso anoche, en la taberna, cuando pasaba el Viático, me quité la gorra. Hay que ser agradecido.

 

SEÑOR FLORO.- Ties razón, Eulalio; dispensa de las gansás que te dije.

 

SEÑOR EULALIO.- Quita, primo; si uno lo comprende todo. Cuando el hombre está bueno y sano y se encuentra en la taberna rodeado de cuatro necios que le ríen las gracias, el hombre es un valiente, que se atreve con to humano y to divino; pero cuando cambia el viento y viene la negra, y el dolor te mete acobardao y solo en el rincón de tu casa…Será uno to lo blasfemo que sea, pero te digo yo que no hay quien no levante los ojos pa lo alto y pida misericordia.

 

MENSAJES DE ARNICHES

 

MENSAJE NÚMERO 454: Carlos Arniches nos regala en este sainete rápido una de sus muchas horas de observación en la taberna Florentina. Escuchando discusiones como la aquí expuesta pudo tejer muchos de los argumentos de sus sainetes y sus tragedias grotescas, porque realmente, ¿qué hay más grotesco que un ateo suplicando a la Virgen para que le quite el dolor?

 

Estos episodios afianzaron aún más su profunda fe en Dios y en el ser humano, algo que llevó hasta sus últimas consecuencias en el momento de su muerte, manteniendo un comportamiento ejemplar (164)

 

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CALLE DE CARLOS ARNICHES, ANTES CALLE EL PEÑÓN

LA CORRALA. www.wikipedia.org