YO QUIERO.

 

 

O

 

LA FUERZA DEL MUNDO ES UN AMOR VERDADERO Y UNA VOLUNTAD FIRME

 

 

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Esta obra es estrenada el 14 de Enero de 1936, es su tragedia grotesca número 12, y forma parte junto con Bésame, que te conviene (11-4-1936) y Mari Eli con el maestro Guridi (12-4-1936) estrenada en el teatro Fontalba, de las últimas obras de ese año 1936 antes de salir hacia el exilio a Argentina. Pertenece a su Etapa Moralizante, Etapa Feminista y Etapa Rural. Obra en solitario número 76.

 

El mensaje número 967 que movió a Carlos Arniches a escribir esta obra fue: La Fuerza del Mundo se basa en un cariño verdadero y una voluntad firme.

 

La obra rezuma de todo ello. Los personajes principales son:

 

  • Juan de Dios, hijo de Eloísa (Marcelina) y Cecilio Mollares
  • Gregoria, hija de Domitila (hermana de Cecilio)
  • Don Plácido, sacerdote hermano de Domitila y Cecilio
  • Eloísa. Madre de Juan de Dios.

Además de estos personajes, actúan como catalizadores:

 

  • Toribio, criado de la casa de Cecilio Mollares.
  • Gandola, criado de la casa de Cecilio Mollares.
  • La Roja, criada de la casa de Cecilio Mollares.
  • Quiterio, empleado de la estación de tren.
  • Ramírez, Jefe de Estación de Navalpinares.
  • Sánchez, Sargento de la Guardia Civil.
  • El Metralla. Rivaliza con Cecilio Mollares sobre las tierras.
  • El Metrallita. Hijo de el Metralla y portavoz de la familia.

La trama consiste en que los tres hermanos Mollares tienen todos los poderes fácticos del pueblo. Además Ramírez y Sánchez les brindan una pleitesía absoluta. El cacique, Cecilio, solo tiene un problema de límites de tierras con una familia rival que espera resolver pronto. El Metralla y su hijo El Metrallita son dos buenas piezas que quieren tomarse la justicia por su mano.

 

En éstas está el pueblo de Navalpinares cuando aterriza como polizón en un tren el personaje principal: Juan de Dios.

 

La razón por la que viene es conocer a su padre, el cacique. Como cualquiera puede imaginarse no es bien recibido y se le “invita” a marcharse. El expone su argumento: Cecilio tuvo relaciones con Marcelina en Madrid hace 19 años y él es fruto de aquella relación. Quiere ser reconocido y que le emplee en su casa. Este argumento recuerda al boceto,  La venta de las ánimas, en la que un rico terrateniente que solía ir a Madrid por negocios, tuvo un hijo con una sirvienta.

 

Al subir el telón vemos una estación de Ferrocarril de Navalpinares, un pueblo pequeño inventado por Arniches, es su pueblo número 29. Vemos la puerta del Jefe de Estación, Sala de espera y Salida. Se ve al Jefe de Estación con el banderín de “vía libre” en la mano, envuelto en un capote y mirando al convoy que se marcha. Un mozo, medio cubierta la cara con su bufanda, lleva un farol en la mano y una campana en la otra. Es de noche, aunque en el cielo empiezan a clarear las luces del alba.

 

              Al inicio de la obra escuchamos una copla a Ambrosio, que nos va a dar una de las claves:

 

POEMAS DE ARNICHES NÚMERO 284 (106)

 

              Son las palabras de amor

              como las cuentas de un collar,

              que saliendo la primera

              salen todas las demás…

 

Juan de Dios con otros dos polizones, el Varguitas y el Tartaja,  saltan del vagón que está en la vía muerta sin hacer ruido. El Varguitas quiere ir a Villaquidrián, pueblo número 30 inventado por Arniches, a torear; el Tartaja solo busca trabajo. Comen lo poco que les queda, y cuando sale el Jefe de Estación y el cacique Cecilio Mollares, cada uno se esconde donde puede. Cecilio le cuenta al Jefe, a Ramírez, que hay una “golfona” en Madrid que asegura que su hijo es de él también, y que se lo manda en tren; le da la orden de volverlo para Madrid en cuanto llegue.

 

Y en esto que sale Juan de Dios y se presenta a su padre:

 

-Pues sí que he llegao, con permiso de usté.

-¿Eh?… ¿Quién?… -se sorprende don Cecilio.

-Pa servir a usté, señor Cecilio. Y que tie que ser Dios el que nos acerca. ¡Porque cosa más casual!… ¡Usté estar hablando de mí, y yo, ¡paf!

-Pero tú… Pero ¿quién eres tu?

-Nadie…; el golfante ese… de…

-Pero ¿tú eres el hijo de la Eloísa? (En el texto indica Marcelina. Suponemos que es un error.)

-El mismo que viste y calza, bastante medianejamente, como usté verá…

 

Don Cecilio no puede dar crédito a lo que está sucediendo, y cuando le pide pruebas, Juan de Dios contesta: “Que me lo ha dicho mi madre”. Magnífica respuesta por la que Arniches vuelve a poner en valor la honradez de la madre.

La situación de hambre de Juan de Dios y su madre es máxima; la situación de don Cecilio es de opulencia. Han pasado 19 años, parece que puede ser el momento de hacerse cargo de la familia.

 

Mensaje número 968: Nuevamente Arniches nos trata el tema de los hombres que no hacen frente a sus acciones del pasado, la falta de reconocimiento de los hijos, las dificultades de las madres solteras…

 

Don Cecilio pregunta a Juan de Dios qué es lo que busca aquí, y éste le responde:

 

-Que quiero que viva mi madre con lo que necesita una persona pa vivir sin mengua: ni pobre ni rica, pero con lo que le corresponda, sí. Y yo quiero trabajo.

-¿Y pa too eso qué traes?

-Mi voluntá. Yo digo: “Yo quiero”, y tiro p’alante. Y aquí estoy por ello.

 

Don Cecilio lo denuncia al Jefe de la Estación por viajar sin billete para que llame a la Guardia Civil. Él alega que ha dejado un papel como vale por 3,40 pts. (10,20 €). De nada sirve y lo meten a la sala de espera. En ese momento llega Gregoria, sobrina de Cecilio y se conocen.

 

Llega don Plácido y pregunta por lo que está sucediendo. Quiterio, el mozo de la estación se lo explica. Después hablan de todo esto Quiterio y un Mozo.

 

CHISTES DE ARNICHES NÚMERO 462.

 

(Acto I, Escena VIII)

 

MOZO.- ¿Y tú qué opinas de too esto Quiterio?

 

QUITERIO.- Hombre, yo… ¿Qué quieres que te diga? ¡Si uno pudiera hablar!… Pero un ricacho de estos…, te vas de la lengua y… ¿y tú qué crees amos a ver?

 

MOZO.- Pos yo… aquí en el seno de la confianza, te diré que… que, vamos que,  ¿qué quieres que te diga?… Que hay cosas que…, ¡maldita sea!… Pero, claro, uno… ¿comprendes?

 

QUITERIO.- Ahí está la cosa… Tenía yo ganas de explayarme con alguien…Y yo te digo que…, vamos…, que las cosas no están pa….que si no… ¿Entiendes?

 

MOZO.- Ahí le duele…Y voy a añadirte algo más… Que uno… ve, y oye, y calla… Porque si vieses, y oyeses, y no callases, u oyeses y callases, y no vieses, pues no callarías lo que oyeses y no vieses, y te saldría peor la cuenta. ¿Estás en lo mío?

 

QUITERIO.- Más claro, agua. Amarrao.

 

MOZO.- Y de esto, ni una palabrita.

 

QUITERIO.-¡Como si lo hubías echao en un pozo! Y tú de lo que he dicho…

 

MOZO.- La tumba.

 

Este diálogo sin mencionar en ningún momento el asunto del que están hablando es un recurso que hemos visto en la televisión a cómicos actuales muy importantes como Florentino Fernández.

 

Don Plácido le aconseja que se vaya del pueblo, que don Cecilio es el más poderoso del pueblo y que puede tomar represalias contra él. El corazón de Juan de Dios y su profunda devoción a la Virgen de la Paloma, convencen a don Plácido que ha decidido interceder por él. Le pide a Quiterio que le traiga un desayuno.

 

HISTORIAS DE ARNICHES NÚMERO 174.

 

(Acto I, Escena VIII.)

 

JUAN DE DIOS.-Dos veces que he robao… Una vez pan y otra dos…, pa no morirnos de hambre…; pues fui a pedirle perdón, y no me crea usté, que pue que sean figuraciones mías, pero juraría que la Virgen me hizo así con la mano: que me levantara y que me fuera sin cuidao… Y, según está llorando en el cuadro, me pareció a mí que, con lágrimas y too, me hizo una sonrisa. Debía ser una sonrisa, porque entonces el que lloró fui yo. Y ya no he vuelto a robar más.

 

Llega el sargento para arrestarlo. Juan de Dios se cuadra a lo militar. Cada dos frases saluda gritando ¡a la orden!; le comienza a explicar la historia de su madre hambrienta, deshonrada, con fiebre, hospitalizada…; le cuenta que él es el único que puede salvarla… El sargento se apiada y le pide a Quiterio    que le traiga un desayuno. ¡Ya va por el segundo!

 

Quiterio y el Mozo alaban la fuerza de Juan de Dios y  le dan ánimos. Justo al marcharse, Quiterio le dice al oído:

-¡Guerra a los ricos!

-¡Guerra! –responde Juan.

-¿De forma que tú también eres…? –se sorprende Quiteiro. Juan le manda callar y que le traiga el desayuno, que hoy come todo lo que ha faltado en un mes.

 

Mensaje número 969: Ese grito de Quiterio en bajito y al oído de Juan de Dios: “¡Guerra a los ricos!”, nos está mostrando una España muerta de hambre que tenía que levantarse contra los caciques de los pueblos. No era fácil hacer realidad ese sueño de conseguir una mejor distribución de la riqueza, pero estaba claro que había que intentarlo.

 

Cuando se queda solo aparecen el Tartaja y el Varguitas. Les convida a tabaco y café. Están impresionados.

 

(Acto I, Escena XI)

 

TARTAJA.- Pero ¿tú tienes una varita e virtudes?

 

JUAN DE DIOS.- Pos claro que la tengo. A mí, cuando me hace falta una cosa, me digo: “yo quiero”, y arreo a por ella.

 

Mensaje número 970: La voluntad de querer hacer algo te da la posibilidad de conseguirlo. Arniches no ceja en el empeño de que seamos firmes en nuestros propósitos, que no aflojemos en nuestros quereres, y éstos se convertirán en realidad.

 

Cuando le traen el segundo desayuno desaparecen todos y llega Gregoria. Le han contado que su novio se la está pegando con la hija del boticario. Ella solo lo sospecha, pero si lo confirma se lo come vivo del genio que tiene.

 

Manteniendo su fama, le echa una bronca de impresión, le llama chantajista, timador, sinvergüenza, canalla calumniador y falsario. Juan de Dios se defiende con sus razonamientos ya expuestos. Le dice que es, además, un expósito y un descamisado. Le cuenta que sabe que su novio y la boticaria andan enlazados. Gregoria le presta la máxima atención. Al final le convence de la necesidad de que él se quede para salvarle de ese sinvergüenza de novio que la engaña…. En esto aparece don Cecilio.

 

El cura, el sargento y ahora también Gregoria interceden ¡para que no se vaya en el tren de vuelta a Madrid! Entonces, Arniches plantea un final de película. Le obligan a meterse en el tren, don Cecilio no cede, se oyen los silbatos del jefe de la estación y el del maquinista; se pone en marcha el tren y se queda a oscuras la escena; se recupera la luz viéndose un telón de campo. Se ve un trozo de vía por donde se supone que ha pasado el tren. A poco sale Juan de Dios limpiándose la ropa. ¡Se ha tirado en marcha y vuelve al pueblo! Mira al público y dice: “¡Al pueblo otra vez! ¡Aunque me maten! ¡Por algo he dicho: “¡Yo quiero!” Se mete la gorra hasta las orejas y sale corriendo. Y finaliza el primer acto. Telón.

 

El segundo acto nos muestra la casa de unos labradores ricos. En descripción de Arniches:

Amplio zaguán acomodado para la vivienda. Al foro, muy a la derecha, está la puerta de la casa, grande, de dos hojas, por la que se ven tapiales de otras casas, como remate de callejuelas pueblerinas. En el centro del foro una ventana con reja y en el mismo ángulo con la pared izquierda, el hogar encendido, con vasar lleno de enseres de cocina. Banquillos de madera a los lados, y una mesita de pino, y un armarillo. En la pared de la izquierda, y próxima al hogar, una puertecilla. En primer término de este mismo lado, una puerta grande con amplia cortina, que da paso a las habitaciones de los amos.. Ante ella y sobre un ruedo de estera de esparto, mesa de comedor, sillas de cuero, una mecedora, dos butacones y un aparador pequeño. En la pared de la derecha, dos puertas, una próxima a la entrada, con talanquera practicable, y otra en primer término, como de acceso a otras habitaciones. Lámpara grande sobre la parte amueblada del zaguán. Bombilla de luz eléctrica en la cocina. Son las primeras horas de la mañana. Escasa claridad de un amanecer neblinoso. Nieva en menudos copos. Se oye la campana de una iglesia tocando a misa.

              Aparece la criada a la que llaman la Roja: Criada zafia y desgreñada, de pelo rojizo, cejijunta y de cara y ademanes hombrunos. Prepara la lumbre. Saca a Toribio de la cama a la rastra, que es un gañán más bruto que su interlocutora. Esperan a Gandola, otro gañán ya maduro. Hablan de Juan de Dios. NO ha habido manera de desembarazarse de él. Lo han acogido como criado y le despiertan tirándole un cubo de agua helada a las cinco de la mañana; le mandan ir a por la leña, nevando, y debe traer cinco haces… Se ríen de él por haber querido quedarse en semejante casa.

 

CHISTES DE ARNICHES NÚMERO 463.

 

(Acto II, Escena II)

 

TORIBIO.- Pero ya oíste al sargento; que entrá por una puerta y salí por otra no es delito pal Código penal; porque ¿qué sería e los ministros?

 

Mensaje número 971: Arniches se muestra crítico con la política de “puertas giratorias” de los ministros.

 

CHISTES DE ARNICHES NÚMERO 464.

 

(Acto II, Escena II)

 

TORIBIO.-… mandé al chico a dale el pienso al ganao sin avertirle de na, y fue el macho tordillo, que ya le conocís, y le pegó un par de coces que le dejó un menuto sin respiración.

 

GANDOLA.- ¡Arrea! ¿Y él qué hizo?

 

TORIBIO.- Mirame d’arriba abajo, sonreise y decime: “¡Pero qué hincha me tienen todos los animales de esta casa!”

 

Llega la señora Domitila, hermana de don Cecilio y madre de Gregoria. Pregunta por los trabajos mandados a Juan. Como buena secundaria, tiene una característica, y es que termina siempre sus frases con: “¡Alabado sea Dios”! Después llega don Plácido y se va a calentar a la lumbre. También pregunta por él y le cuentan que ha ido a por leña, lo que le horroriza por el mal tiempo que hace.  Llega Juan de Dios y cae al suelo reventado por el peso de la leña. Él sonríe. Le cuenta al cura que le tratan como a un perro y que le cargan como una bestia, pero que no importa. Come unas sopas con las que se muere de hambre, duerme sobre paja llena de chinches y pulgas… Está dispuesto a sufrir todo hasta que llegue su madre y tome posesión de toda la finca, porque ella es el ama.

 

Juan de Dios comienza a ganarse el afecto de Gandola, que siendo mayor que Toribio, gana más. Gandola 16 pts. a la semana (48€) y Toribio 28 pts. (84€). Le acusa de robar 37 duros (555€.) en la última venta de aceitunas. Ahora se acerca a la Roja por ver si le da algo de comida…, pero nada.

 

Llega el sargento, Sánchez, y, aprovechando que no está la señora Domitila, se pone a contar chascarrillos de ella, de lo mal bicho que es…, de cómo grita a la gente… Juanillo se jura que hoy come hasta hartarse y que el carro de leña se lo descargan los otros dos. Sánchez no se lo cree.

 

Llega Toribio y le recuerda a Juan de Dios que aún debe descargar el carro. Juan le dice que sí, pero que había oído a Gandola que él era un blandurria…, que no descarga el carro ni en una semana… ¡Se pone bruto y comienza a descargarlo para demostrar a todos que sí que puede! Cuando aparece Gandola, Toribio le reta a que no es capaz de hacerlo mejor que él: reto aceptado.

 

Entre los dos descargan el carro. Llega Gregoria y Juanito hace lo mismo, le da conversación, le tira de la lengua sobre la mala persona que es su novio y se la gana. En esto aparece Damián, el novio. Juan oculta a Gregoria y le abre la puerta al novio, le da un recado inventado: “que espere esta noche a Gregoria en la esquina”, y cierra.

 

Don Cecilio y Sánchez salen hablando del pleito que tienen con el Metralla por los Olivares de la Solana. La pelea es también política, don Cecilio de la Ceda, y el otro Radical. El hijo, el Metrallita, va a venir ahora para que firme la renuncia a esos terrenos o promete liarse a tiros.

 

Cuando se va Sánchez llegan Domitila, Aciscla y su hija Caridad, amiga de Gregoria. Comienzan a desayunar las tres un buen chocolate con migas cuando aparece Juan. Le dicen que se retire, pero él no hace caso, dice que quiere que sepan lo bien que le tratan en esa casa, coge las llaves del aparador donde guardan el jamón y coge dos lonchas: “¿Ven ustedes qué buena es Domitila conmigo?” Luego coge lomo y así sigue hasta quedar harto… La Domitila disimulando delante de sus amigas e intentando recuperar las llaves.

 

No había terminado Juan con las existencias cuando aparece el Metrallita asomándose por la ventana. Tras exponer sus intenciones a Domitila se queda a solas con Juan, luego sale don Cecilio. Calixto, el Metrallita, quiere que le firme el documento de concesión de los olivos, no desean ir a juicios, saben que el cacique tendrá de su parte al juez…

 

(Acto II, Escena XII.)

 

METRALLITA.-Pues na: que ni mi padre ni yo queremos estar a las resultas de un juez que lo tie usté ganao con su caciquismo, y por lo tanto, usté me va a hacer el favor de firmarme espontáneamente, quiera o no quiera, este papel, renunciando al dominio de los olivares de la Solana. Nada más.

 

Mensaje número 972: Arniches denuncia por enésima vez la compra de jueces por parte de los caciques de los pueblos. La desaparición de la Justicia era algo intolerable para don Carlos.

 

Don Cecilio se niega en redondo, la discusión es fuerte y el Metrallita saca una pistola que se la pone en la cabeza a éste, que, sin cortarse un pelo, le da una bofetada a Calixto, entran en un forcejeo cuerpo a cuerpo, y cuando peor lo tenía sale Juan con un leño, golpea el brazo del Metrallita y le obliga a soltar el arma mientras grita: “¡A mi padre no! ¡A mi padre no!” Le da dos puñetazos y lo echa a la calle ante las amenazas de Calixto.

 

Don Cecilio se queda sorprendido del arrojo de Juan, y al preguntarle por qué lo ha hecho, le responde que por que es su padre. Don Cecilio alaba lo bien aleccionado que está.

 

(Acto II, Escena XIII)

 

JUAN DE DIOS.- Pues todas las lecciones me las ha dado la vida, maestra que premia y castiga, y ni en lo malo ni en lo bueno se queda corta. Y el que no se aplica a ella está perdido.

 

Mensaje número 973: “La vida, maestra que premia y castiga, y ni en lo malo ni en lo bueno se queda corta. Y el que no se aplica a ella está perdido”. Espectacular establecimiento de principios: la vida nunca se queda corta; hay que aplicarse, nos dice Arniches.

 

El final del segundo acto es muy completo con Juan de Dios enfrentándose y echando de la casa a Metrallita, delatando los robos de Toribio y Gandola, enfrentándose a Domitila a la que le suelta:

-Pues esto es que Dios, de cuando en cuando, manda aquí abajo a un alma fuerte que haga cumplir sus mandatos y diga sus verdades.

 

Mensaje número 974: La profunda fe de Carlos Arniches queda patente en esta frase de Juan: “Dios, de cuando en cuando, manda aquí abajo a un alma fuerte que haga cumplir sus mandatos y diga sus verdades”.

 

Además casa a la Roja con Gandola, le manda no echar sebo a las sopas, y le ordena a Toribio a realizar 200 haces de leña. Ante el estupor de todos se pone ea escribir a su madre para que venga a Navalpinares. Buen final de acto.

 

En el tercer acto vemos la misma decoración del segundo. Es de día. Luz radiante.

 

Ha llegado la madre de Juan a la casa de Navalpinares. Está tomando una tila para calmarse de los nervios; Gregoria la acompaña; no saben nada de su presencia ni Domitila ni Cecilio. Curiosamente le han cambiado el nombre, ahora no es Marcelina, sino Eloísa. Los tres criados están a las órdenes de Juanillo obedeciendo como soldados. Eloísa se quiere ir. Juanillo ha progresado tanto que ahora va vestido con traje, un poco feo, pero con americana, corbata  y todo. Va dominando la situación. Juan se la lleva a la habitación de Gregoria para peinarla, depilarla y hacerle las manos. Gregoria se queda hablando con su exnovio, Damián. Le ha mandado una carta rompiendo con él, y le explica que ha cambiado gracias a Juanillo.

 

(Acto III, Escena V)

 

GREGORIA.- Pero él es el que me ha hecho cambiar. Lleva en su corazón un cariño que es espejo de cariños: grande, único, inmenso. Por ese cariño le he visto temblar de frío, desfallecer de hambre, humillarse al ultraje, sonreír a la burla… Todos contra él, y él con su cariño adelante, alegre, resignado, fuerte como un chaparrillo duro, que por su pequeñez y su dureza no pueden con él ni los huracanes. Ese chico tiene una voluntad para querer que asusta de grande. Viéndole, te da vergüenza no ser como él es: obstinado, valiente, y siempre alegre. A su alrededor cobras alientos para aborrecer los cariños falsos, las sucias mentiras del querer. El enseña que un cariño verdadero y una voluntad firme son la fuerza del mundo.

 

Mensaje número 975: Arniches describe en labios de Gregoria la admiración por la entrega a una causa de Juanillo; el amor verdadero es “obstinado, valiente y alegre”; por ese amor se puede “temblar de frío, desfallecer de hambre, humillarse al ultraje y sonreír a la burla”.

 

Cuando termina su exposición, Damián le asegura que le dará su merecido a Juanillo, y en ese momento aparece él. Discuten y acaba echándole de casa. Damián se marcha amenazándole. Juanillo se retira y vemos a Toribio y don Plácido hablando del mismo tema.

 

HISTORIAS DE ARNICHES NÚMERO 175.

 

(Acto III, Escena VII.)

 

TORIBIO.- Y yo me he dicho, dije, digo… Pos tal que está de genio el amo, y según está la señá Domi contra Juanillo, que ayer mismo, porque se mercó un par de calzoncillos, si no la sujetamos se los quita en mitá e la plaza; que yo me dije, dije, digo…, pues en cuanti que se entere de la llegá e la madre, se va a armar un escalzaperros, que yo me voy a avisar al sargento por si hay heridos, y al señor cura por si hay que administrarle los santismos sacramentos al que corra menos.

 

Se van los dos a la habitación donde está Eloísa y aparece en escena don Cecilio que llama a Toribio para que vaya en busca de Juan: quiere echarle ya.

 

Juan se planta delante y le dice que le quiere a pesar de lo malo que es con él; que el amor de un hijo no es comparable a nada, y que su madre ya está en la casa. Don Cecilio la manda llamar.

 

Eloísa hace una descripción de la miseria que pasan las madres solteras:

 

(Acto III, Escena X)

 

ELOÍSA.- Nunca fiaste en el amor de las mujeres, porque nunca has querido a ninguna. Para tener fe lo primero es tener amor. Y de eso del interés, piensa que yo me ganaba la vida sirviendo, que tú eras el rico… ¿Te pedí algo en aquellos días en que si no el cariño, el deseo, te acercaba a mi? ¿Qué me dices? ¿Qué te pedí? ¡Dilo delante de mi hijo para que sepa cómo ha sido su madre! ¿Qué te pedí?

 

SEÑOR CECILIO MOLLARES.- Nada. Eso es verdad.

 

Mensaje número 976: La fuerza de la madre abandonada que nunca pidió nada y que sacó adelante a su hijo durante 19 años de ausencia del padre. Todas las tribulaciones aquí narradas son verdad. Nadie aguanta tanto como una madre para Arniches.

 

ELOÍSA.- ¡Y hemos pasado de hambres y trabajos, que eso no se puede contar!… Porque como no era hijo legítimo, como era un hijo sin padre, ni en los asilos me lo hubieran querido. Y, sin embargo, en mi dolor, que diga qué palabra me ha oído contra ti. Y si te ha venido a buscar, ha sido huyendo de mi lado contra mi deseo, porque no teniéndome ley, como no me tienes, ¿qué pan me vas a dar que no me sea amargo?… ¡Es más dulce el de mano que no te conoce, porque es de caridad; pero el tuyo, renegado y a la fuerza, sería un pan de rencor!

 

Mensaje número 977: Arniches nos vuelve a recordar lo que él ya nos contó en 1917, han pasado 20 años y siguen teniendo imposibilidad de ser atendidos los niños “no legítimos”. Los asilos solo recogían a los niños de las empleadas de hogar y de los funcionarios cuando ellos no podían atenderlos.

 

Tras este discurso, la emoción embarga a todos los presentes, circunstancia que aprovecha Juan de Dios para provocar el abrazo entre los dos antiguos amantes, cosa que consigue elevando aún más la temperatura de la escena. Al final Cecilio llama hijo a Juanillo y se abrazan los tres. Sale Gregoria que lo celebra con júbilo abrazándose a Juanillo. Sale Domitila y queda aterrada por la escena de abrazos. Juanillo consigue Gregoria y Domi se abracen.

 

(Acto III, Escena XI)

 

SEÑOR CECILIO MOLLARES.- Domi, no pelees, más que tú me resistía yo; pero de pronto ha venido como una luz a mi corazón y se me ha derrumbado la energía.

 

DON PLÁCIDO.- Y es que hay una hora en la vida, Cecilio, que la manda Dios para darnos tiempo a rectificar y que lleguemos al fin de ella un poco mejores.

 

Mensaje número 978: La hora buena, la que Dios nos manda en la vida a todos, para que podamos pararnos y rectificar el rumbo perdido, para que podamos encontrar la reconciliación por el perdón y el abrazo fraterno.

 

Domitila sigue creyendo que se reirán de ellos en el pueblo, y sale el sargento Sánchez y promete meter en la cárcel a quien se ría. El cura está seguro que llegará a casarlos. Juanillo le asegura a don Plácido que llegará a obispo. Gregoria deja caer que tal vez esté enamorada de Juan. La Roja le pide un abrazo a Juan… y este se aparta diciendo: “¡No quiero!” y se baja el Telón.

 

MENSAJES DE ARNICHES

 

MENSAJE NÚMERO 967: La Fuerza del Mundo se basa en un cariño verdadero y una voluntad firme.

 

MENSAJE NÚMERO 968: Nuevamente Arniches nos trata el tema de los hombres que no hacen frente a sus acciones del pasado, la falta de reconocimiento de los hijos, las dificultades de las madres solteras…

 

MENSAJE NÚMERO 969: Ese grito de Quiterio en bajito y al oído de Juan de Dios: “¡Guerra a los ricos!”, nos está mostrando una España muerta de hambre que tenía que levantarse contra los caciques de los pueblos. No era fácil hacer realidad ese sueño de conseguir una mejor distribución de la riqueza, pero estaba claro que había que intentarlo.

 

MENSAJE NÚMERO 970: La voluntad de querer hacer algo te da la posibilidad de conseguirlo. Arniches no ceja en el empeño de que seamos firmes en nuestros propósitos, que no aflojemos en nuestros quereres, y éstos se convertirán en realidad.

 

MENSAJE NÚMERO 971: Arniches se muestra crítico con la política de “puertas giratorias” de los ministros.

 

MENSAJE NÚMERO 972: Arniches denuncia por enésima vez la compra de jueces por parte de los caciques de los pueblos. La desaparición de la Justicia era algo intolerable para don Carlos.

 

MENSAJE NÚMERO 973: “La vida, maestra que premia y castiga, y ni en lo malo ni en lo bueno se queda corta. Y el que no se aplica a ella está perdido”. Espectacular establecimiento de principios: la vida nunca se queda corta; hay que aplicarse, nos dice Arniches.

 

MENSAJE NÚMERO 974: La profunda fe de Carlos Arniches queda patente en esta frase de Juan: “Dios, de cuando en cuando, manda aquí abajo a un alma fuerte que haga cumplir sus mandatos y diga sus verdades”.

 

MENSAJE NÚMERO 975: Arniches describe en labios de Gregoria la admiración por la entrega a una causa de Juanillo; el amor verdadero es “obstinado, valiente y alegre”; por ese amor se puede “temblar de frío, desfallecer de hambre, humillarse al ultraje y sonreír a la burla”.

 

MENSAJE NÚMERO 976: La fuerza de la madre abandonada que nunca pidió nada y que sacó adelante a su hijo durante 19 años de ausencia del padre. Todas las tribulaciones aquí narradas son verdad. Nadie aguanta tanto como una madre para Arniches.

 

MENSAJE NÚMERO 977: Arniches nos vuelve a recordar lo que él ya nos contó en 1917, han pasado 20 años y siguen teniendo imposibilidad de ser atendidos los niños “no legítimos”. Los asilos solo recogían a los niños de las empleadas de hogar y de los funcionarios cuando ellos no podían atenderlos.

 

MENSAJE NÚMERO 978: La hora buena, la que Dios nos manda en la vida a todos, para que podamos pararnos y rectificar el rumbo perdido, para que podamos encontrar la reconciliación por el perdón y el abrazo fraterno.

 

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Carlos Arniches con Valeriano León y Aurora Redondo tras la representación.