LA MUERTE DE AGRIPINA

 

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LA MUERTE DEL ODIO

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Se estrena esta obra, la tercera en colaboración con Enrique García Álvarez, el 5 de abril de 1902. Carlos Arniches lleva 9 meses sin estrenar. Ahora estrenará dos casi sin tiempo de descansar, como veremos. La música de esta auténtica Ópera Cómica está a cargo de los maestros Valverde y Torregrossa. Ya está en marcha la Sociedad General de Autores y no hay por qué ocultar la verdadera identidad de los autores de la partitura.

 

Incluimos esta obra en su Etapa Rural. Se desarrolla la acción en un pueblo ficticio de castilla: Navalahueca.

 

Nos cuenta varias historias al mismo tiempo. Por un lado el amor no permitido entre dos jóvenes pertenecientes a dos familias enfrentadas desde tiempos inmemoriales: Rosalía Górgola y Teodomiro Recuero. Vamos, un estilo a Romeo y Julieta en Castilla. La segunda historia, reflejo de la actividad profesional de los autores, es la del secretario del Ayuntamiento, Quintiliano. Ha escrito una obra, La muerte de Agripina, que será representada en el teatro del pueblo. Por último, nos refleja la difícil vida de los cómicos, Domingo Díaz y Agapito Gorondo, uno es actor dramático y el otro primer tenor de la compañía.

 

La estupenda capacidad de los autores de entremezclar estas tres peripecias vitales nos proporcionará un divertido pasatiempo y unos mensajes de lo más útiles.

 

El cuadro primero nos presenta una “corralada” de una casa de pueblo con el portalón que da al campo situado en el foro. La casa queda a la izda. del actor. Hay una mesa con unas sillas en su proximidad. A la derecha del actor está el granero, las cuadras… que presentan dos puertas. Vemos un cesto de costura sobre la mesa junto con una rueca y un huso. Al fondo a la derecha del actor hay un carricoche apoyado sobre sus varas a medio pintar. También vemos una escalera de tijera abierta junto a la tartana.

 

Don Gumersindo, padre de Rosalía y alcalde de Navalahueca, está pintando de verde el techo del carricoche subido en la escalera de tijera. Rosalía, acompañada de la que fue su ama de cría, Casilda, llora desconsolada la negativa de su padre a su boda con Teodomiro. Casilda lo tacha de “padre sin entrañas”.

 

Resulta divertido el comentario que hace Arniches sobre este personaje.

(Cuadro I, Escena I.)

 

GUMERSINDO.- He dicho que no, que no, y que no te casas con Teodomiro. (Con voz áspera y tono seco y brutal. Hay que advertir que este dulce señor, sólo deja de pintar cuando habla.)

 

Tampoco tiene desperdicio la descripción del secretario del Ayuntamiento, Quintiliano.

 

(Cuadro I, Escena II.)

 

(Tipo raro, joven, vestido con saqué muy corto, pantalón estrecho y sombrero flexible. Lleva el pelo a media melena. Trae en cuartillas sueltas un manuscrito arrollado debajo del brazo. Entra sigilosamente, sin que don Gumersindo advierta su presencia.)

 

Quintiliano se queda mirando cómo está quedando la tartana pintada por el alcalde y emite ligeros gritos de admiración que sorprenden y asustan al alcalde, y además lo ponen de peor humor aún.

 

HISTORIAS DE ARNICHES NÚMERO 43

 

(Cuadro I, Escena II.)

 

QUINTILIANO.- ¡Ah, don Gumersindo, vengo loco, loco de alegría! Porque ha de saber usted que he dado con él…que ya lo he encontrado, y ha sido esta noche… en la oscuridad de la alcoba…en el reposo del lecho, ¡antes catre! ¡Aquí está! ¡Mi “Muerte” va a ser un alboroto! ¡Qué final!, ¡no se lo espera nadie! La muerte de Agripina era mi pesadilla… Ya la tengo sobria, elegante, completamente original… Suprimido el estertor y demás vulgaridades. Agripina, al morir, empieza con algo de hipo. ¡Y en qué frases prorrumpe!… ¡Ah! No puedo resistir el deseo de leérselo a usted. (Leyendo.) “Escena veintitrés. Agripina cae desfallecida en sus propios brazos, y exclama agonizante:

 

Voy a morir; el fin de mi camino

Le veo aproximarse velozmente.

Y has sido tú, Nerón, el asesino.

¡Ay, ay, ay, ay, inclemente!”

 

GUMERSINDO.- ¡Pues bonito estoy para tontunas! (Dándole un manotazo a las cuartillas que caen al suelo.) (Coge el cubo y vase por la segunda puerta derecha.)

 

QUINTILIANO.- ¡Demontre! ¡Está bien! ¡Este final no me lo esperaba yo! Ni como secretario del Ayuntamiento, ni como autor dramático, ni como modernista, le tolero yo a nadie una grosería semejante. ¡Animal! ¡La culpa la tengo yo por quererle tocar la fibra del sentimiento a un fregadero!

 

El pobre Quintiliano, recoge las cuartillas, las ordena y se va en busca de Rosalía y Casilda, que seguro le escucharán con más atención.

 

Nicasio llega dando voces anunciando la presencia de dos cómicos que quieren hacer una obra benéfica. Son Domingo Díaz (Actor Dramático)  y Agapito Gorondo (Primer Tenor.)

(Cuadro I, Escena IV.)

 

DÍAZ.- Pues bien, señor alcalde, a pesar de nuestro indiscutible mérito, llegamos hace ocho días al frente de una compañía, abrimos un abono en el coliseo de esta localidad y la primera noche pusimos “La cara de Dios”. Se levanta el telón y dos personas en butacas; ¡tenía que haber visto la cara que pusimos!

 

Siguen explicando que van a realizar una obra a “beneficio de la compañía”, en la que representarán la obra de Quintiliano, La muerte de Agripina. Para animarle a que vaya a ver la obra le “regalan” por 40 reales (40 €) un palco. Gumersindo sigue pintando sin hacerles caso.

 

Al final, se van sin haber escuchado la voz del alcalde y sin los 40 reales, claro.

 

En cuanto se van, Gumersindo llama a Nicasio y le da 25 pesetas (100 €) para que se las entregue a Marcelino el de la posada con el objeto de que no tengan que pagar los cómicos, y ambos abandonan la escena.

 

Vemos después a Rosalía y Casilda convenciendo a Quintiliano para que interceda por ella ante su padre. Nada, sale rebotado de una patada.

 

(Cuadro I, Escena VII.)

 

QUINTILIANO.- Ni como secretario del Ayuntamiento, ni como autor dramático, ni como modernista, tolero yo a nadie que me infiera una erosión en la región infraescapùlar izquierda.

 

Gumersindo ha decidido marcharse a las labores del campo haciendo un feo a Don Ambrosio Recuero, sacerdote y tío de Teodomiro, que va a venir a concretar los términos de la boda entre los jóvenes.

 

En esto ofrecen 100 pesetas (400€) a Díaz para que se disfrace como Gumersindo en un alarde de sus capacidades teatrales. Así don Ambrosio que no lo conoce, hablará con él tranquilamente y aceptará los términos de la boda. Todo para “ganarán tiempo”.

 

Cuando llega don Ambrosio, aún no se ha caracterizado del todo y le conducen a una habitación a descansar.

 

En estas están todos ocupados en sus quehaceres y fuera de la escena cuando regresa Gumersindo, que se lo ha pensado mejor y que va a permitir la boda.

 

Teodomiro y los demás van saliendo preguntando “en bromas” por don Gumersindo, y sale el auténtico que no dice una palabra, y ellos ¡se quedan estupefactos del parecido alcanzado!

 

CHISTES DE ARNICHES NÚMERO 75

 

(Cuadro I, Escena XVI.)

 

TEODOMIRO.- ¡Qué barbaridad! ¡Qué brutalidad! ¡Vaya un tío imitando! Bien, muy bien. Es usté un croquis. (Vase primera izquierda.)

 

GUMERSINDO.- ¿Qué dice este animal? ¡S’ha sorprendío! ¡Claro, no me esperaban! (Se sienta.)

 

CASILDA.- Ma dicho Teodomiro que es un croquis. ¡Ay, ay! ¡Santo Dios! ¡Pero que es usté un croquis!

 

ROSALÍA.- ¡A ver, a ver!

 

CASILDA.- ¡Mira eso!

 

ROSALÍA.- ¡Jesús! ¡Qué maravilla! ¡Qué atrocidad! ¡Pero si es usté mi padre!

 

QUINTILIANO.- ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravísimo! ¡Qué bruto! ¡Qué animal! ¡Qué tío! ¡Las narices son una lástima! Un poquito más chatas y era usté el propio don Gumersindo. (Todos hacen mutis.)

GUMERSINDO.- ¡Rediez! ¡Locos rematados! ¡Qué es esto! ¡Uno, croquis; el otro, las narices, se van corriendo! Aquí hay algo. ¿Qué será? (Se va por la primera a la izquierda.)

 

Y se esconde para verlo todo.

 

Sale el cómico disfrazado y se sienta en la misma silla en la que estaba antes el verdadero don Gumersindo.

 

A Casilda le gustaba más el de antes. El sacerdote sale a escena, charla con el cómico disfrazado y llegan a un acuerdo sobre la boda. El auténtico lo ha escuchado todo y en cuanto se va don Ambrosio, sale llamando a “don Gumersindo”.

 

(Cuadro I, Escena XVIII.)

 

GUMERSINDO.- ¡Don Gumersindo!

 

DÍAZ.- ¿Quién? ¡Ay!

 

GUMERSINDO.- ¡Ladrón!

 

DÍAZ.- ¡Socorro!

 

GUMERSINDO.- ¡Granuja! (Siguiéndole.)

 

DÍAZ.- ¡Me mata!

 

GUMERSINDO.- ¡Infame! ¡Pillo! ¡Toma!

 

ROSALÍA.- ¡Mi padre!

 

CASILDA.- ¡Virgen Santa!

 

TEODOMIRO.- ¡Don Gumersindo!

 

Díaz se sube a la escalera, salta la tapia y cae al otro lado mientras Gumersindo le dispara un tiro y se baja el telón.

 

Fin del primer cuadro.

 

El segundo cuadro es una escena de bosque. En la primera escena se ve Domingo Díaz con la cara ensangrentada y un enorme chichón. Lleva la barba y la peluca en la mano. Entra en escena corriendo seguido de Agapito Gorondo y desaparecen.

 

Quintiliano y Teodomiro salen despotricando que les han tirado pintura verde encima. Teodomiro quiere venganza. Buscará el revólver. Quintiliano buscará al cómico para representar su obra.

 

Orden de Gumersindo de cerrar el teatro del pueblo. Los cómicos están perdidos. Fin del segundo cuadro.

 

El tercer y último cuadro es el más divertido. Vemos una tapia que divide el escenario. A la derecha del actor la carretera, al otro lado un huerto, que presenta además un banco rústico. Existe una puerta en la tapia que comunica el huerto con la carretera.

 

En la primera escena vemos a Nicomedes roncando en el banco rústico y siendo despertado por la tía Bruna, para que lleve los melones a los animales.

 

Domingo Díaz quiere abandonar el pueblo. Teme la ira de Gumersindo. Quintiliano le convence para que no lo haga. Él consiente en enseñar a Agapito su papel para así poder irse. Para eso comienzan a ensayar en la carretera.

 

La primera escena es la de un asesinato: Agapito clava una daga en el cuello de Díaz y Nicomedes, que se ha despertado con los gritos, lo presencia, y horrorizado llama a Gumersindo y a la Guardia Civil.

 

Nicomedes en su huída ha dado un alarido. Los cómicos miran por encima de la valla y ven los melones. Cogen uno y comienzan a repartirlo.

 

A la vuelta de Nicomedes con un guarda rural con una escopeta escuchan cómo lo parten en rodajas, al melón, ¡pero ellos creen que es al cadáver! Les dan el alto y Quintiliano les explica todo.

Van a representar la escena final con la quema en la hoguera de Agripina.

 

Sujetan a Domingo Díaz mientras declama. Sale mal la escena porque no ha sido agarrado lo suficientemente fuerte.

 

Se ofrecen para agarrarle ahora los dos más brutos. La consigna es no soltarle diga lo que diga.

 

Comienza a declamar el llanto por su hija que se quema en la hoguera y llega Agapito Gorondo avisando de que llega don Gumersindo.

 

Díaz grita ¡soltadme! ¡soltadme!, pero los mozos cumplen adecuadamente y lo mantienen agarrado.

 

Díaz ve ya a Gumersindo con un garrote. Sus gritos son de horror, ¡soltadme! ¡de verdad!, pero no hay suerte. Llega don Gumersindo y le empieza a dar garrotazos mientras los mozos lo mantienen agarrado. Vamos una paliza de escándalo.

 

CHISTES DE ARNICHES NÚMERO 76

 

(Cuadro III, Escena III.)

 

GORONDO.- (Aterrado.) ¡Díaz! ¡Díaz! ¡Basta! ¡Díaz!

 

DÍAZ.- ¿Qué es?

 

GORONDO.- Don Gumersindo, que viene con la Guardia Civil.

 

DÍAZ.- ¡Contra! ¡Cuerno! Soltadme, soltadme, que ahora es de veras.

 

QUINTILIANO.- ¡Don Gumersindo! ¡Soltadle!

 

DÍAZ.- ¡Él! ¡Socorro! ¡Soltadme! ¡Que me va a matar! ¡Que me va a matar!

 

DON GUMERSINDO.- ¡Rediez! ¡El cómico! (Viene hacia él pausadamente blandiendo el garrote.)

 

DÍAZ.- ¡Que me suelten! ¡Chamorro! ¡Suéltame que es de veras!

 

TODOS.- ¡Soltadle!

 

DON GUMERSINDO.- (Cayendo sobre él y moliéndole a palos.) ¡Toma granuja! ¡Pillo! ¡Canalla!

 

Al final le sueltan y Rosalía pide el perdón para los cómicos.

 

Resulta que Teodomiro ya ha hablado con don Gumersindo y ha aceptado su boda con Rosalía.

 

Don Gumersindo rompe el manuscrito de Quintiliano y da 100 pesetas (400 €) a cada cómico como compensación de las pérdidas. Pide el aplauso del público y fin de la obra.

 

 

 

 

MENSAJES DE ARNICHES

 

MENSAJE NÚMERO 188: Arniches aboga por el consentimiento del amor entre los jóvenes como mejor argumento para acabar con el odio eterno entre las dos familias.

 

MENSAJE NÚMERO 189: La difícil vida de los dramaturgos y de los cómicos queda representada por Domingo Díaz, Agapito Gorondo Quintiliano, que sufren representaciones con tan solo dos espectadores.