LOS HERMANOS DORRONSORO

 

O

 

“QUÉ AMARGA LA GLORIA.”

 

LA HISTORIA DE LA GUERRA FRATRICIDA.

UNA PREMONICIÓN

 

 

 

 

HERÁLDICA DEL APELLIDO DORRONSORO (CULTIVO DE LA BUENA TORRE.) www.blasoneshispanos.com

 

ARNICHES Y LOS VASCOS EPISODIO NÚMERO 46. OBRA INÉDITA. 1934.

 

              El origen vasco del apellido Dorronsoro está perfectamente datado, como vemos, por su heráldica. En esas mismas páginas nos dan información sobre su antigüedad. La primera noticia la tenemos en Oñate en 1748, en Segura y en Ormaiztegi en 1754. También lo podemos encontrar en 1773 en la Villa de Ataun- Gipuzkoa- Juan Antonio Dorronsoro figura como primer Hidalgo de este apellido. Tenemos constancia de otros hidalgos en Bilbao en 1819.

 

El significado del apellido es “Cultivo de la buena Torre”, y hace referencia al terreno que la torre de los Jauntxos o Señores medievales tenían a su cargo, defendiendo a los baserritarras que vivían y trabajaban las tierras del Señor.

 

El simbolismo del apellido para la obra es total. Es su obra número 68 en solitario y su octava Tragedia Grotesca. Arniches buscaba la reconciliación de las dos Españas bajo una nueva era del Perdón, esa era la “Buena Torre”, la Torre en la que todos pudiesen refugiarse y tener cobijo.

 

El texto de esta obra data de 1934. No se estrenó ni se editó. Hemos recuperado el original mecanografiado y corregido conservado en Alicante, en la Fundación Mediterráneo: La Llum

 

Según María Victoria Sotomayor, ésta que vamos a leer hoy, es la versión inicial de hasta cinco que llegó a realizar el dramaturgo alicantino, sobre la misma obra (103). Pertenece su Etapa Política.

 

Los nombres de las cinco versiones son:

 

  • LOS HERMANOS DORRONSORO
  • LAS GRANDES FIGURAS
  • AQUÍ NACIÓ…
  • EL GLORIOSO DON GENARO
  • CUENTAN DE UN SABIO…

 

En esta primera versión identificamos a dos hermanos, químicos de profesión, Sócrates y Plácido, que se crían juntos en una capital de provincia, “de tercer orden”, tal y como la define Arniches, llamada Guadalurria, que es el pueblo número 26 fruto de su invención.

 

Don Sócrates tiene dos hijas, Mari Tere y Elenita. Don Plácido tiene un hijo, Luis.

 

El amor surge entre Luis y Elenita y es visto con buenos ojos por don Plácido, no así por su hermano.

 

Cuando te enfrentas a la primera hoja ves un texto secundario prácticamente borrado, escrito a lápiz, y que preside todo. Al aumentarlo 800 veces puedes leer: “Qué amarga la gloria”. Interpretamos que es la frase habitual con la que Arniches explica el título principal.

 

Los dos hermanos han desarrollado la carrera de Químico: D. Plácido en Madrid, con un gran puesto y mucho éxito, y D. Sócrates en Guadalurria, como profesor del instituto. Guadalurria se siente orgullosa de que uno de “sus hijos” haya alcanzado tanta notoriedad, y han organizado una celebración con el descubrimiento de una placa y una recepción en el ayuntamiento.

 

La acción comienza con los vivas del pueblo, los vítores, bandurrias y fanfarrias que se acercan a la casa para el descubrimiento de la lápida en honor a Don Plácido Dorronsoro.

 

El escenario nos muestra un salón de una casa provinciana con muebles adecuados a una buena posición. La obra entera se celebrará en el mismo lugar, con más o menos luz, con los balcones abiertos o cerrados, según lo exijan las circunstancias. Este inicio recuerda a los momentos que D. Carlos Arniches tuvo que haber vivido sólo 3 años antes, en el balcón de la Plaza Vara del Rey, cuando recibió el homenaje de la ciudad de Madrid a toda su carrera en 1931, y el nombre de la antigua calle del Peñón que pasaría a ser “calle de D. Carlos Arniches.” Quién sabe si aquél homenaje pudo ser el arranque de la idea de esta obra.

 

Todo es alegría en la gran familia formada además por Antonina, pariente lejana que hace de criada; Anselma, verdadera criada de la familia; Sánchez Relajo, periodista jefe del periódico “YA-YA”; y otros personajes secundarios.

 

(Acto I, Escena I)

 

ANSELMA.- Y fíjense, fíjense… Ahí llega la Sociedad Vitivinícola “El Tamboleo” con su bandera.

 

ELENITA.- Y detrás viene corriendo la “Asociación gremial de Paraos”.

 

MARI TERE.- ¿Qué llevan bordao en el estandarte?

 

ANTONINA.- ¡Un panecillo con alas!

 

Mensaje número 923: Arniches no desaprovecha para meterse contra las agrupaciones políticas; no podía con ellas. En este caso, no solo son los parados sino también los alcohólicos.

 

(Acto I, Escena I)

 

VECINA 1ª.- ¿Quién va a descubrir la lápida y a pronunciar el discurso?

 

DON SÓCRATES.- El señor Alcalde.

 

VECINO 1º.- ¿Pero sabe hablar?

 

DON SÓCRATES.- Ha aprendido estos días. Como estábamos esperando al Ministro de la Gobernación…

 

VECINO 1º.- ¿A cuál de ellos?

 

DON SÓCRATES.- A uno de los cinco del mes pasao… No recuerdo el nombre. Creo que un tal Sánchez.

 

VECINA 1ª.- (Riendo.) ¡Já, já!… ¡Qué irónico don Sócrates! ¡Es usted un irónico!

 

Mensaje número 924: La política sigue siendo un baile de nombres, como en este caso con los ministros de la gobernación. La situación política era muy grave.

 

Hemos investigado y descubierto que se dieron hasta 10 ministros en 35 meses entre 1933 y 1936.

  1. Diego Martínez Barrio- PRR- Partido Republicano Radical- 1933- Septiembre y Octubre.
  2. Manuel Rico Avelló- Independiente- 1933- Octubre a 1934- Enero
  3. Diego Martínez Barrio- PRR- 1934- Enero- Marzo.
  4. Rafael Salazar Alonso.- PRR- 1934- Marzo a Octubre.
  5. Eloy Vaquero Cantillo- PRR- 1934- Octubre a 1935- Abril.
  6. Manuel Portela Valladares- Independiente. 1935- Abril a 1935 –Septiembre.
  7. Joaquín de Pablo-Blano Torres. PRR. 1935- Septiembre a Diciembre.
  8. Manuel Portela Valladares.- I- 1935- Diciembre a 1936- Febrero.
  9. Amós Salvador Carreras.- IR- Izquierda Republicana. 1936 Febrero a Abril.
  10. Santiago Casares Quiroga- IR- 1936 Abril a Julio.

 

              Llega Gumersindo Sánchez Relajo, Es un tipo contrahecho. Cojea levemente. Irónico, mordaz. Es director del periódico de la ciudad, el YA-YA. Comenta que están pensando en poner el apellido de los hermanos a la calle donde tienen la casa. Esta calle se llama ahora: calle del Tarugo grande.

 

HISTORIAS DE ARNICHES NÚMERO 166.

 

(ACTO I, Escena II)

 

DON SÓCRATES.- Y lleva algo de razón, porque esta calle se llama, como sabes, “Calle del Tarugo grande”.

 

RELAJO.- Y dice el cronista que quitarle ese nombre tan tradicional para darle el de Dorronsoro, aunque sea el de ustedes, la verdad…

 

LUISITO.- Bueno, pero lo que no comprendo yo es en qué puede consistir la tradicionalidad de un Tarugo.

 

DON SÓCRATES.- ¡Ah, sí, hijo mío, sí!… Porque es que hace un siglo o dos en esta calle vivía un Alguacil de Corte, que tenía una hija muy guapa que se llamaba Filo y a la que venían a rondar por la noche muchos galanes. Y el padre, pues para acabar con un asedio que tanto le intranquilizaba, porque la niña era lo que ahora se llama una frívola y antes se llamaba una… una cosa menos esdrújula; pues el padre, como te iba diciendo, ponía en mitad de la calle un tarugo muy grande, ataba a él una cuerda sujeta a las dos esquinas, a un palmo del suelo, y como entonces no había alumbrado, no venía galán que no se diera un gachapazo. Y el padre los iba contando… Uno, dos, tres… Y sabía los que habían caído durante la noche, ignorando que a la noche siguiente volvían todos sabiendo ya, que para llegar a los brazos de la muchacha, había que saltar a la comba. Y claro, dice el cronista que los pueblos deben conservar tan bellas tradiciones.

 

LUISITO.- Bellísimas. ¡Ya lo creo! ¡Ahora lo comprendo!…

 

RELAJO.- Además, yo he sentido esa proposición, porque como nunca faltan guasones, ha habido en el Ayuntamiento Gestor que ha dicho, que no importaba cambiar el nombre de la calle, porque de tarugo a tarugo, no va nada…

 

LUISITO.- ¡Caramba! Pues ese miserable…

 

DON SÓCRATES.- No, nada hijo… ¡Eso se desprecia!… ¡Pero vas a hacer caso!…

 

RELAJO.- Además, a las grandes figuras no las alcanza el retruécano.

 

ELENITA.- ¡Envidias… y nada más que envidias! ¡Qué asquerosa es la envidia!

 

Mensaje número 925: La envidia como centro de toda la ira del ser humano. Siempre será la envidia el centro de todas las disputas. Siempre habrá gente que querrá amargar la gloria de los demás.

 

Finalmente llega el Alcalde, Perico Cuchara, a la casa con D. Trigésimo, catedrático de Aritmética en el instituto. La mitad de la comisión se ha quedado abajo. El Alcalde es nacido en Cabrahigos, pero estudió en Guadalurria.

 

(Acto I, Escena III)

 

ALCALDE.- Hemos subido media Comisión, bajo mazas. La otra media, más uno, que es el director del Istituto, se han quedao abajo. Al director no le he dejao subir.

 

DON SÓCRATES.- ¿Pues…?

 

ALCALDE.- Me ha suspendido al chico en Historia porque no supo de quién era hijo Recaredo, que puede que no lo supiera ni el propio Recaredo. Y en cuanto puedo, lo pospongo. Además es Agrario.

 

Mensaje número 926: Contra las cacicadas del Alcalde. Como de costumbre el que tiene poder comienza con las cosas más nimias y termina con las de mayor envergadura. La deshonra no se mide por la cantidad del robo sino por el hecho de robar. Señala el alcalde que el director es Agrario, es decir de una posición política contraria a la suya.

 

              Entablan conversación sobre los méritos de D. Plácido.

 

CHISTES DE ARNICHES NÚMERO 452/453- SECUNDARIOS DE ARNICHES

 

(Acto I, Escena III)

 

DON TRIGÉSIMO.- ¡Con tanto mérito como Ramón y Cajal!

 

ALCALDE.- ¡Con más! ¡Porque Ramón y Cajal eran dos y él es uno!

 

(Acto I, Escena IV)

 

ALCALDE.- Don Trigésimo, el catedrático de Aritmética y Álgebra…

 

DON TRIGÉSIMO.- Incalculable honor… multiplicada admiración, a la que sumo mi reverencia.

 

En las presentaciones que está haciendo el señor Alcalde, el personaje don Trigésimo, muestra una forma de hablar que será su característica en todas sus intervenciones. Si uno se fija bien, todo tiene referencia numérica y algebraica. Ahora lo podemos observar dando la enhorabuena a don Plácido tras el discurso.

 

SECRETARIO.- Sobrio, elegante… Como corresponde a su sabiduría. (Le abraza.)

 

DON TRIGÉSIMO.- Ha elevado usted la elocuencia a la enésima potencia… Y perdone el trivial e inconsciente pareado. Divido mi admiración entre sus dotes oratorias y científicas… y resto de ellas…

 

Brillante Arniches en el cuidado de sus “secundarios”.

 

NUEVA MOFA SOBRE EL ALCALDE: EL ÚLTIMO DE LA CLASE

 

(Acto I, Escena IV)

 

ALCALDE.- Sí, sí. El último de la clase. Siempre suspenso. El burro de las calabazas, que me llamabais.

 

DON PLÁCIDO.- ¡No, por Dios!

 

ALCALDE.- ¡Sí, hombre, sí!… pues, ¡aquí tienes de alcalde a un burro! ¡Y tú no sabes la alegría que me ha dao a mí llegar a este puesto pa poder mandar a la cárcel a los primeros de mi clase! Es por lo único que me gusta ser alcalde. Como casi todos los aplicaos son de derechas… pues me he hinchao, chico!

 

DON PLÁCIDO.- (Riendo.) ¡Bien hecho, hombre, bien hecho!

 

Mensaje número 927: La bajísima preparación de los políticos, y que además hacían gala de la misma, reconociendo que los que más estudiaban eran los de las ideas contrarias.

 

DISCURSOS DE ARNICHES NÚMERO 30.

 

(Acto I, Escena IV)

 

ALCALDE.-Queridos comprovincianos. Cábeme la honra, como alcalde que soy de esta muy ilustre ciudad, de venir a descubrir esta lápida, erigida, en esta pared maestra, para perpetuar el nacimiento de otro maestro de la ciencia. Señores: yo sé lo que vale este hijo predilecto de la ciudad porque él y yo hemos ido juntos al colegio, pero hasta la puerta nada más, porque yo no subía.

 

UNA VOZ.- ¡Ya se conoce!

 

MUCHOS.- ¡Callarse!

 

ALCALDE.-Ha sido Mínguez el Gil Roblista. Ya le cogeré. (Sigue el discurso.) Y por eso sé, cuánta era su sabiduría. Era tanta su sed, que en el abrevadero de la ciencia, se amorraba a beber y se quedaba solo. Todos los demás, mojarnos los labios y gracias. Por eso es justo que hoy se le honre y se le venere, se le quiera y se le admire, se le honorifique y se le esculpa.

 

UNA VOZ.- ¿Qué?

 

ALCALDE.- ¡Esculpa!

 

DON PLÁCIDO.- (Sujetándolo.) ¡Que te caes, Cuchara!

 

ALCALDE.-No le hace. Y al descubrir hoy la lápida con su busto, que no se le parece mucho, aunque en piedra no se puede pedir más, deseo, quiero, suplico y ruego, ordeno y mando, que su vera efigie la esculpáis todos, y yo el primero, en nuestros corazones, para que sirva de ejemplo a esta juventud guadalurriana, que en sacándola del fútbol, no da pie con bola.

 

Tras descubrir la lápida, cae la bandera que la cubría y se lleva en su caída la peluca de un macero y la jaula del canario. Don Sócrates no responde al abrazo de Plácido, le deja con los brazos abiertos y decide no acudir al homenaje en el ayuntamiento. Se queda con el periodista quien se muestra como el valedor para “intrigar” a su favor.

Don Plácido, que recibe las felicitaciones de su hijo y sobrina, les advierte que nota un poco raro a Sócrates con él. Elenita le quita hierro al asunto y le dice que nadie le quiere más que su hermano. Es la situación pareja en la que la izquierda gobernante no hacía caso de los murmullos de queja de la derecha antes de la guerra civil.

 

Don Plácido les promete a Elena y Luis, que tras la ceremonia del ayuntamiento hablará con su hermano sobre su boda.

 

Relajo, en presencia de don Plácido y los demás, suelta lo que lleva dentro.

 

(Acto I, Escena IV)

 

RELAJO.- Quédese usté en casa, don Sócrates, que un día vendrá en que se premie el verdadero mérito ¡y ese día no habrá calles en el pueblo para ponerle a usté lápidas, para darle vítores, para honrarle y glorificarle como usté se merece!

 

DON SÓCRATES.- ¡Por Dios, amigo Relajo…! Yo te ruego… (Todos quedan atónitos.)

 

RELAJO.- Aquí nació. Aquí estudió. Por aquí pasó… Aquí tosió… Sí señor, porque usté no será un sabio oficial; usted será un sabio auténtico. Porque aunque usté sea un hombre modesto, oscurecido en el rincón de una provincia, todos sabemos, ¡pero todos! que labora usted calladamente, perseverantemente, ¡por el enaltecimiento de la Ciencia patria, sin discursos, sin música y sin alharacas!

 

ANTONINA.- ¡Así se habla! (Le besa.) ¡Te lo mereces!

 

MARI TERE.- ¡Muy bien! (Le da la mano.) ¡Muy bien, Relajo, muy bien!

 

DON SÓCRATES.- ¡Por Dios, Relajito!…

 

RELAJO.- ¡Nada de Relajito!… Usted no tiene condiciones de intrigante y aquí, el que no intriga, no trepa.

 

Mensaje número 928: La necesidad de la intriga para poder acceder a los honores y méritos en este país. Denuncia la realidad de un país de enchufismos, favoritismos y corruptelas.

 

Don Plácido le da la razón a Relajo diciéndole que su hermano vale más que él. Todos se mofan de Relajo y Trigésimo suelta su ecuación: “Maldad, más perfidia, menos simpatía, igual a ese bicho. Tengo hecha la ecuación. Yo digo siempre, que es un estropajo elevado al cubo.”

 

Como anécdota, comentaremos que aparece en voz de Relajo el título de la tercera versión de esta obra: AQUÍ NACIÓ… Antes hemos visto el título de la segunda: Las grandes figuras.

 

En la siguiente escena, don Sócrates cuenta, con todo lujo de detalles científicos, su nuevo descubrimiento: la Triquitraquina. Él también merece un reconocimiento-se dice a sí mismo-pero su hermano se le ha adelantado y la prisa le hará cometer errores.

 

(Acto I, Escena V)

 

DON SÓCRATES.- Porque es que creo, ¡que he inventado el explosivo más formidable que ha conocido la humanidad!

 

RELAJO.- ¡Mi abuela! ¿Qué dice usted?

 

DON SÓCRATES.- Un explosivo, que si me da las pruebas que espero, la química universal habrá dado un paso de gigante, porque estoy seguro que oscurezco a Berteló.

 

RELAJO.- ¿Berteló?

 

DON SÓCRATES.- ¡Berteló!

 

RELAJO.- ¿Y cómo llama usté a ese invento?

 

DON SÓCRATES.- La Triquitraquina.

 

HISTORIAS DE ARNICHES NÚMERO 167.

 

(Acto I, Escena V.)

 

DON SÓCRATES.- La nitroglicerina es un éter trinítrico extraordinariamente explosivo, que mezclado a un producto inerte, aumenta su potencialidad destructora en proporciones asombrosas. ¡De ahí la dinamita! Y yo me he dicho: pues si la nitroglicerina mezclada a un producto inerte, aumenta su explosividad en tales términos, mezclada  a un producto activo, o sea a un alcohol triatómico que lleva tres oxhidrilos, su carácter destructivo aumentará en proporciones tales, que ¡con un solo granito podré volar la catedral de Burgos… la torre Eiffel… las pirámides de Egipto!…

 

RELAJO.- ¡Madre mía!… ¡Don Sócrates!… (Le abraza conmovido.)

 

DON SÓCRATES.- ¡Este es mi invento! ¡Mi asombroso, mi colosal invento!

 

RELAJO.- ¡Maravilloso! ¡Inconmensurable! (Otro abrazo.)

 

DON SÓCRATES.- ¿Alcanzas la importancia trascendental de mi terrible creación?

 

RELAJO.- ¡Ya lo creo que la alcanzo, porque producido ese terrible explosivo, España será la dueña del mundo!

 

Mensaje número 929: La mezquindad del hombre, que tras un posible y fenomenal descubrimiento ¡solo piensa en destrucción y conquista del resto de los hombres!

 

El delirio de grandeza continúa mientras D. Sócrates fantasea con recuperar el peñón de Gibraltar, destruir la armada inglesa…, y todo esto lo planea hacer con una simple avioneta, acompañado por Relajo, espolvoreando los granitos de Triquitraquina encima de los barcos ingleses.

 

Mensaje número 930: El delirio de grandeza en los líderes es más que frecuente en la historia, por no decir una constante en los dictadores. Arniches caricaturiza a uno de sus personajes con un claro delirio, incluso antes de haber terminado las pruebas científicas de su producto.

 

Para probar su eficacia le propone volar el sofá de la casa, y Relajo se lo impide; le enseña una cantidad mayor que dice que sería suficiente para volar dos viviendas enteras, y Relajo no puede más de miedo. Finalmente le anuncia que a las seis de la tarde volará la Peña del Castillo Grande, que no se asuste, que habrá sido él. Relajo está aterrado y le pide que posponga todo eso una semana, que él debe viajar a Madrid…; D. Sócrates le hace un regalo dedicado: una cajita con la primera porción de Triquitraquina obtenida en su laboratorio y con una dedicatoria: “A mi querido amigo Gumersindo Sánchez Relajo, águila del periodismo, para que vuele.” Le asegura que solo estalla con un traumatismo o con una chispa. Después de dársela le abraza y Relajo se muere de miedo por si explota…

 

Don Sócrates está profundamente dolido por no figurar en la placa junto a su hermano. Arniches nos puede estar diciendo que no hay que olvidar a nadie en la construcción de la historia.

 

(Acto I, Escena V)

 

DON SÓCRATES.- Porque mi hermano ha debido imponerme, sí señor, ha debido decir que en esa lápida fuéramos los dos.

 

RELAJO.- ¡Los dos!

 

DON SÓCRATES.- “En esta casa nacieron, los insignes químicos Don Sócrates”, ¡yo primero!…

 

RELAJO.- ¡Usté primero!

 

DON SÓCRATES.-… por edad y por saber… “y don Plácido Dorronsoro, para honra y gloria… etc…” y ha consentido que le pusieran a él solo… ¡sólo!… Bueno, desengaños crueles de la vida. Pero que me salga bien este invento, ¡que me salga bien, Dios mío!… ¡y ya oirán música, aplausos, aclamaciones y no de una simple y ridícula capital provinciana, sino del mundo entero!… ¡entero!

 

Mensaje número 931: Compartir los honores. Nada de lo conseguido hasta el momento es fruto de uno en exclusiva. Todo está basado en las aportaciones de todos.

 

Tras abrazar de nuevo a Relajo muerto de miedo, D. Sócrates exclama:

 

DON SÓCRATES.- ¡Me siento grande! ¡Me siento inmortal! ¿Comprendes ahora qué grotesco y qué ruin ha debido parecerme todo lo ocurrido hoy en esta casa?… Los discursos, la peluca, el canario… ¡ja, ja, ja!

 

RELAJO.- ¡Ya lo creo! ¡Sí, señor, sí! (Aparte.) Yo se lo dejo escondido en este sillón. (Mete la cajita en el sillón.)

 

Finalmente, Relajo consigue desembarazarse de los abrazos del “trastornado profesor”, cuando éste ¡va a sentarse en sillón donde está escondida la cajetilla!… En una hilarante escena Relajo vuelve y lo impide, así hasta que abandona la casa y deja a Sócrates sumido en sus pensamientos.

 

  1. SÓCRATES.- (Con tristeza amarga.) ¡Ah!… ¡Tengo una tristeza que me consume! ¡Mi hermano!… ¡Oh, ruin egoísmo!… ¡El, aplausos, gloria, honores!… ¡Y no tener una palabra de justicia para mí!… ¡Para mí, que valgo tanto como él!… ¡Estoy solo y puedo decirlo! ¡Tanto como él! ¡¡O más!! ¡Pero mucho más!…, ah, como me salga bien mi explosivo, vuelo yo el Congreso, la Telefónica, el Palacio Nacional, la Catedral de Burgos, la Giralda. ¡No quiero que quede en España, en esta España grotesca e injusta, nada más grande que yo!… ¡Nada! ¡¡Nada!! ¡Ya me pagarán la injusticia! (Hace mutis, exaltado y lloroso.)

 

              Mensaje número 932: Arniches ha dibujado a un gigante que será un digno oponente a Plácido. El delirio de grandeza está consumado. El objetivo de arrasar España es una premonición de la guerra. Don Sócrates representa la parte del levantamiento militar, la parte del pensamiento uniforme que predicará el Franquismo tan solo cuatro años más tarde, en el que expondrán la necesidad de acabar con todo lo anterior para construir una España nueva. Pensamiento que dio lugar a las más terribles atrocidades entre hermanos. Nunca quisieron hacer un nuevo país entre todos. Buscaron la eliminación de todo aquello que no fuera de su parte.

 

              Cuando vuelven del homenaje en el ayuntamiento ya no hay nadie en el salón y Luis y Elenita conversan sobre las costumbres en provincias y en Madrid. Están exultantes por su amor. Luis le da un beso y ella le pide más y más largos.

 

RETRATO DE COSTUMBRES

 

(Acto I, Escena VI)

 

ELENITA.- En Madrid, no sé; pero aquí, en provincias, como estamos tan atrasadas…

 

LUISITO.- ¡Qué vais a estar!… ¡Si acabo de ver en la cocina a Parrilla asando a la cocinera a besos!

 

ELENITA.- Bueno, la gente ordinaria, pero las señoritas… ¡Ya ves yo! Diez y ocho años y aún no fumo delante de papá, ni bebo cocktel, ni salgo sola, ni duermo en pixama. Ni tengo más novio que tú. ¡Uno solo!… que soy la única, ¡de diecisiete que somos en nuestra pandilla!

 

Mensaje número 933: Arniches retrata la sociedad mojigata y mentirosa de provincias; siempre viviendo en la mentira y el engaño. Luego vienen los problemas derivados de esas actitudes.

 

Nuevo ejemplo de lo mismo. Siguen hablando de los besos.

 

ELENITA.- De oídas. La chica del Gobernador, que salimos con su novio todas las tardes, y cuando creen que me distraigo… Pero dice ella ¡que los da mejor su choffer!

 

LUISITO.- ¡Caracoles!… ¿Y ese Gobernador de qué partido es?

ELENITA.- De la Ceda.

 

LUISITO.- Pues en cuanto se entere el jefe, con lo recto que es, le cambia la letra.

 

La CEDA- Confederación Española de Derechas Autónomas. Asociación de partidos de derechas fundada en 1933 y cuyo líder Jose María Gil Robles, al que llamaban “Jefe”, manifestó que la democracia no era más que un “medio” para lograr el objetivo de “un nuevo estado” (104). En 1936 no consiguen suficiente respaldo en las urnas y dan los recursos económicos al general golpista Emilio Mola (104).

El amor de Luisito y Elenita se consolida. Los hijos de dos hermanos, que están cada vez más distanciados, podrían representar el futuro de una vida en armonía. Hoy Plácido va a pedir a Sócrates la mano de Elenita para su hijo Luis.

 

Mensaje número 934: El amor de los hijos de padres enfrentados, es un arma más poderosa que el odio, y puede ser parte de la solución del conflicto.

 

El odio entre partidarios de uno y otro va subiendo muchos enteros. Don Sócrates niega la mano de Elenita para que se case con Luisito. Mari Tere, Antonina y Relajo están a favor de don Sócrates; por el otro Elenita y Luis defienden a don Plácido. La crispación va en aumento hasta que llegan a las manos en la escena IX: Elenita y Mari Tere se tiran de los pelos, se arañan… Ha comenzado la riña de hermanos.

 

La llegada del Obispo les hace recomponer la figura y las apariencias. Incluso la interpretación errónea de los tirones de pelos de ambas hermanas, como si fueran abrazos fraternos, pueden dar lugar a comentarios sobre la opinión de Arniches sobre la Iglesia y su postura ante los conflictos. El obispo da la noticia de que el Gobierno de la nación está estudiando pedir el Premio Nobel para D. Plácido. Eso le sienta muy mal a D. Sócrates.

 

Posteriormente llegan los representantes del Ateneo Guadalurriano a presentar sus respetos a la figura de don Plácido cuando suena una explosión tremenda en el laboratorio de don Sócrates. Con la aparición de Relajo y don Sócrates cubiertos de hollín finaliza el primer acto. Han probado la Triquitraquina, pero era inestable, y les ha estallado en sus narices.

 

(Acto I, Escena X.)

 

ATENEÍSTA 2º.- ¿Y quién ha de aventajarnos en convertir nuestro entusiasmo en una verdadera explosión… (Se oye una explosión tremenda dentro de la casa. Salen Sócrates y Relajo, despavoridos, llenos de yeso, cara, cabeza y ropa; temblorosos, apoyándose el uno en el otro.)

 

              Sócrates cae en los brazos del Obispo, llorando…, le explica que le ha fallado la Triquitraquina, y él pregunta…

 

RELAJO.- ¡Ha estallado la mezcla y nos ha puesto negros!

 

SEÑOR OBISPO.- ¡Negros! ¿…Ustedes no se han visto!

 

DON SÓCRATES.- (Llorando.) ¡Ay, señor Obispo! ¡Que me ha fallado la Triquitraquina!

 

SEÑOR OBISPO.- (Asombrado.) ¡La qué?… ¡Pero qué dice?… ¡La Triquinatraquién?

 

Y se baja el telón.

 

El segundo acto comienza con Relajo y don Sócrates cubiertos de vendajes y lamentándose del fracaso del invento. Todo les sabe a yeso, a ladrillo…

 

(Acto II, Escena I.)

 

DON SÓCRATES.- Y a mí a ladrillo. Tengo un gusto en la boca, que parece que estoy tomando sin cesar, chocolate de a peseta…

 

Los muy Arnichistas nos hemos dado cuenta del “homenaje” que acaba de hacer a la obra “El casto don José (1933)”, chocolatero que tenía solo una marca de chocolate: M.M. Pero podía ser de peseta (Muy Malo); de peseta y media (Menos Malo.) y de 2 pesetas (Más Magnífico.)

Sócrates reconoce los errores en su formulación, en la nitroglicerina que fue la que estalló…y además, había mandado la fórmula a la Academia de Ciencias de París para que la informaran. Relajo le dice que su hermano es el que instiga las bromas contra él en el Casino. Han abierto una suscripción para comprarle ladrillos por si sigue inventando explosivos.

 

En la carnicería le llaman don Sócrates el triquitraquino. Sus alumnos han comprado cohetes triquitraques, que son los que buscan los pies, para tirárselos cuando salga a la calle.

 

A su hija la apodan “Teresita la explosiva”.               La vergüenza hace que tome la decisión de su vida: debe irse de la ciudad.

 

La llegada de Antonina y Mari Tere con las noticias de las mofas y rechiflas que están haciendo en la calle, empeora el estado de ánimo. Relajo toma el mando de la situación con cuatro decisiones:

 

  • Expulsar de la casa a don Plácido y Luisito
  • Escribir un artículo poniendo en entredicho el mérito de don Plácido para el honor recibido, que se titulará: “Caín redivivo”.
  • Indicar que además, don Plácido, habla mal de los Guadalurrianos, poniéndolos de analfabetos y cretinos
  • Impedir las relaciones entre Elenita y Luisito.

 

Como vemos es todo un plan de ataque para la guerra entre bandos.

 

Mensaje número 935: Arniches denuncia a la prensa partidista, a los panfletos de partidos que se hacen llamar periódicos. Arniches fue periodista en sus primeros años de profesional, y no puede con este tipo de prensa, que como hace Relajo, orquesta mentiras dentro de las propias noticias.

 

En la tercera escena, don Sócrates explica un nuevo invento: Antipirosuplebom.

 

CHISTES DE ARNICHES NÚMERO 454.

 

(Acto II, Escena III)

 

DON SÓCRATES.-No te asustes. ¡Que he inventado un procedimiento para apagar en diez minutos, los incendios voraces!

 

RELAJO.-Bueno, pero don Sócrates, tenga usted cuidado, porque…

 

DON SÓCRATES.-No, no. Esto es seguro, ¡no lo dudes!, ¡no desconfíes! ¡Es un procedimiento infalible, maravilloso!

 

RELAJO.-Bueno, ¿pero cómo piensa usted apagar los incendios?

 

DON SÓCRATES.-Soplando. Ya ves que sencillo. Hago así… puff… ¡y apagao!

 

RELAJO.- ¡Don Sócrates, por Dios, que le veo a usted en Ciempozuelos!

 

Le confía que se va a ir a una casa de su propiedad, que la va incendiar con él dentro y que la va a apagar con su producto Antipirosuplebom.

 

DON SÓCRATES.-  Antipiro, quiere decir contrario al fuego, y suplebom, suplebomberos… por eso no puedo acortarlo. Pues estos polvos los meteré en un recipiente cilíndrico y en cuanto se produzca fuego, voy yo, empiezo a soplar en la boca del cilindro, fú, fú, fú… y como se trata de una fórmula de piroxidrina sulfo amónica, los polvos apagan la llama en que caen, pero al dar estos polvos sobre el fuego, se produce un gas antimorfodrálico que apaga la llama inmediata y ésta a la otra, y la otra a la próxima… y mientras, los bomberos fumando pitillos y el incendio apagándose solo. ¡Verás que espectáculo!

https://www.youtube.com/wacht?v=Qg3CVzbWqCY

 

Investigando en Internet hemos encontrado un producto que realiza eso exactamente y que se llama ELIDE FIRE. Son unas sales de bicarbonato que explotan al contacto con el fuego produciendo dióxido de carbono y gas amoniaco que apaga el fuego. La verdad es que no sabemos lo cerca o lejos que estuvo de hacer realidad esta idea, pero merece la pena ver el vídeo.

 

En la cuarta escena presenciamos la conversación entre Elenita y su padre don Sócrates, quien intenta explicar su decisión de impedir la boda con Luisito. Ella le muestra la máxima obediencia y respeto pero mostrando firme su elección.

 

(Acto II, Escena IV)

 

ELENITA.- Usted papá, Antonina y mi hermana, tienen al tío Plácido una…

 

DON SÓCRATES.- ¿Una qué?

 

ELENITA.- Bueno; un rencor que prefiero no explicarme. ¿Cree usted, que si yo supiera que alguien, fuese quien fuese, le escarnecía a usted en su dignidad y en su decoro, iba yo a transigir con él? ¡Jamás! Haría pedazos mi corazón, antes de consentir que hundieran en el ridículo el prestigio de mi padre. Y como esto es así, le suplico a usted, papá, que lo piense, porque yo, a quedarme sin Luis, no me conformo.

 

DON SÓCRATES.- ¿Serás capaz de desobedecerme?…

 

ELENITA.- No, pero no me conformaré.

 

DON SÓCRATES.- ¿Y qué harás?

 

ELENITA.- Las cosas del corazón, solo a mí me interesan.

 

Mensaje número 936: El amor inquebrantable de los hijos a los padres con respeto a sus decisiones aunque éstas no sean compartidas en absoluto.

 

DON SÓCRATES.- ¡Ah, la educación moderna!… ¡Estos hijos frívolos en sus caprichos, trágicos en sus contrariedades!… Pues no, ¡no me intimidas! ¡Ya veremos!

 

Mensaje número 937: De nuevo Arniches nos presenta a los padres intransigentes echando la culpa a la educación moderna, los males que ellos no saben resolver en casa.

 

En la siguiente escena, Lusito y Elenita barajan las opciones que les quedan: suicidio, convento, monasterio… Incluso están dispuestos a llevarse por delante a Domingo Remesa. Siguiendo con los autohomenajes, Luisito ingresaría en la Comunidad Premostratense, que son los padres que dieron pie al título de su obra Los Mostenses 1892-

Esas ideas son apartadas por don Plácido que les pide un nieto como lo más emocionante que puede sucederle en su vida.

 

Mensaje número 938: La necesidad de un padre de convertirse en abuelo para transmitirle toda su felicidad y sabiduría.

 

(Acto II, Escena VI)

 

DON PLÁCIDO.- ¡Por vosotros!… ¡Pero silencio por ahora!… Yo vivía, como sabéis, oscuramente, consagrado al estudio y al trabajo y muchos ratitos al cuidado de este bribón. Llamó la gloria a la puerta de mi vida, con un aldabonazo tan halagüeño, que tuve la debilidad de abrirla, y con la gloria, entró también el amor, ¡el vuestro! La felicidad nos hace ambiciosos. Primero quise el aplauso, ahora quiero vuestra dicha, y por ella lucharé con toda mi alma. ¡Porque cansado de trabajar, ansío ya que venga pronto un ángel y me rompa, entre risas de plata, y torpes manoteos, retortas y alambiques! ¿No han querido glorificarme?…Pues yo quiero buscarme un ángel para esa gloria. Y como a mí, ya esas cosas angelicales no me competen, pues tenéis que ser vosotros los que me las facilitéis. ¡Con que a ello!

 

En la siguiente escena don Sócrates y don Plácido hablan amargamente sobre la necesidad de que se vayan de casa. Don Sócrates no admite que le llamen envidioso. Don Plácido le pide que no sea injusto.

 

(Acto II, Escena VII)

 

DON PLÁCIDO.- Sócrates, no seas injusto, que la injusticia tiene lágrimas que un día se han de llorar.

 

DON SÓCRATES.- ¡No soy injusto!

 

DON PLÁCIDO.- (Severamente.) ¡Lo eres! Sócrates no te hagas eco de la ruindad de un miserable, enfermo de envidia pestilente y contagiosa.

 

Mensaje número 939: La injusticia tiene lágrimas que un día se han de llorar.

 

Don Plácido está acusando al periodista Gumersindo Sánchez Relajo de no ser un verdadero amigo, sino de actuar en su propio beneficio, de fomentar la envidia sin medir las consecuencias.

 

(Acto II, Escena VII)

 

DON PLÁCIDO.- No. Periodista es el que tiene en sus manos una pluma y como sabe todo el mal y todo el bien que puede hacer con ella, la maneja con la templanza y la serenidad de una conciencia íntegra. Periodista es el hombre capaz de sacrificar sus predilecciones por la verdad hablando mal de un amigo y bien de un enemigo, cuando lo exija la justicia. Periodista es, el que no olvida nunca cuando escribe, que lo que tiene enfrente y más próximo a su pluma es el corazón, y es siempre bueno y generoso; y sobre todo no envenena jamás la tinta de que se sirve, con la infamia y la perversidad. Ese es un periodista. El que no es así no es un periodista: es un malhechor de la pluma.

 

Mensaje número 940: Ser periodista implica manejar con templanza todo el poder que te da la pluma; exigir que la justicia prevalezca por encima de las amistades; no olvidar nunca que el corazón es lo más próximo que está a la pluma a la hora de escribir; no envenenarse nunca con la perversidad y la infamia.

 

Plácido insiste en que está siendo manipulado por la envidia que siente Gumersindo Sánchez Relajo, pero que se marcha de su casa sin odios ni rencores

 

Sócrates se queda solo y nos lanza un monólogo que muestra dudas sobre su propia verdad. ¡Pide luz, compasión y piedad!

Tras estos momentos de duda, llegan Mari Tere y Antonina que le ponen al corriente de las burlas, que van en aumento. Unos mozos tiran un explosivo al balcón, un triquitraque. Lo ven Relajo y los Ateneístas, cazan a los mozos y se dan una buena paliza. Son recibidos por don Sócrates como sus salvadores.

 

En ese momento, llega un paquete de París…

 

(Acto II, Escena X.)

 

RELAJO.- ¿Qué sospecha usted?

 

DON SÓCRATES.- (Aparte.) Que es la contestación a mis comunicaciones. El informe que les pedí.

 

RELAJO.- ¡Atiza! ¿Y qué contestarán?

 

DON SÓCRATES.- No sé, ¡pero me pondrán como un trapo!

….

RELAJO.- ¡Claro; los sabios extranjeros qué van a decir!… ¡Una colección de envidiosos!… ¡de brutos!

 

DON SÓCRATES.- ¡Claro! Cuatro mercachifles indecentes.

 

Tras la lectura primero en voz baja pensando en que la respuesta iba a ser demoledora, y después, en voz “muy alta” para que todos se enterasen del éxito de la comunicación, de las felicitaciones desde Francia, comentan….

 

DOMINGO REMESA.- ¿Pero eso?…

 

RELAJO.- ¡Es el informe de la Academia de Ciencias de París!… ¡Nada menos!

 

LOS CUATRO.- ¡Hurra!

 

DON SÓCRATES.- Referente a mi Triquitraquina… ¡Lean ustedes, “dans en tud favorable et satisfacsan!… ¡Nada menos! ¡Léanlo, léanlo!…

 

RELAJO-Y usted creía…

 

DON SÓCRATES.- (Le tapa la boca.) ¡Calla, hombre! (Alto.) Y esto, los sabios más eminentes de París… ¡que allí sí que son sabios!…

 

Mensaje número 941: La hipocresía. Arniches dibuja un defecto más en D. Sócrates. Cuando espera que el resultado sea desfavorable habla de científicos mercachifles; cuando lee un fallo favorable habla entonces de “los sabios más eminentes”… ¿Qué mensaje nos está dando? La hipocresía del pueblo es un mal endémico: nada hay como lo nuestro, lo extranjero es una basura…, hasta que nos ensalzan… Arniches nos indica que este camino hipócrita no tiene recorrido. La honradez y la capacidad para afrontar los hechos sin mentirnos es su propuesta.

 

Le invitan a París a dar una conferencia. Viene firmada por el “presidente de la Academia”, Alfred Pistonier y por el secretario Eduard Brumé, que no existen. La euforia se apodera de la casa. Mandará cartas y telegramas a Lebrun, presidente de Francia entre 1932 y 1940, al Presidente del Consejo y a Gil Robles así como a “Juanito La Cierva”, el inventor del autogiro.

 

Piden que venga la banda municipal, y si no pueden, que busquen un gramófono con el disco del “Pichi”, inmortal creación del Maestro Alonso con el que Arniches colaboró en dos obras, Coplas de Ronda (1929) y La princesa Tarambana (1931).

 

Don Plácido, que está haciendo su equipaje, quiere felicitarle por el éxito, pero don Sócrates pospone el abrazo para otro momento más oportuno y se va con sus amigos a pedir que el ayuntamiento le nombre hijo predilecto, y  de paso a romper la lápida de D. Plácido. Ponen colgaduras en los balcones y entre gritos y vivas a D. Sócrates baja el telón y finaliza el segundo acto.

 

El tercer acto se inicia con el mismo decorado, Mari Tere y Antonina están celebrando el éxito de la notificación de París y el banquete, que en su honor se va a dar esta noche. Eso sí, antes se va probar el funcionamiento del nuevo invento: el Antipirosuplebom.

 

La tercera pelea de esta historia se da en el ayuntamiento, entre los partidarios de don Sócrates a que le nombrasen hijo predilecto, y los del Alcalde, que se oponían.

 

(Acto III, Escena II)

 

ANTONINA.- Y se armó una batalla terrible entre amigos y enemigos y un concejal, al ver al Alcalde lleno de tinta, empezó a cantar: “Mamá, cómprame un negro…”

 

MARI TERE.- Y unos, aplaudiendo a papá…

 

ELENITA.- Y otros abucheándole…

 

ANTONINA.- ¡Se armó un zipizape de dos mil demonios!

 

ELENITA.- ¿Y esa es la gloria que queréis para papá; una lucha ridícula que puede acabar en tragedia?

 

Arniches va dando retazos de cuál puede ser el final de las riñas de hermanos: una tragedia. Las dos facciones se están clarificando:

 

  • LAS DERECHAS- con don Sócrates, Mari Tere, Antonina, Relajo (como representante de la prensa) y los ateneístas y los chóferes. Todos llenos de envidia.
  • LAS IZQUIERDAS- con don Plácido, Elenita, Luisito, el Alcalde, los mozos, los camareros, los pescaderos, las señoras y los juerguistas del casino. Engreídos de poder.

 

En la siguiente escena, don Plácido habla con Elenita para sacar a su padre del error.

 

(Acto III, Escena III)

 

DON PLÁCIDO.- Perdona, hija; pero hay que hablar claro. Ese sentimiento de envidia que envenena su alma y oscurece su razón hasta el punto de no importarle destruir tu felicidad y rechazar mi afecto.

 

ELENITA.- Sí; es verdad, es verdad.

 

DON PLÁCIDO.- Pero no temas, yo te juro que limpiaré su espíritu de esa turbidez nauseabunda, que no es digna del sentir honrado de toda su vida, y que, además, le ciega, hasta hacerle perder la clara visión de las más sencillas verdades. (Con voz emocionada.) Porque has de saber, hija mía… ¡y este es el fin principal de mi visita…!

 

ELENITA.- (Con ansiedad.) ¿Qué?

 

DON PLÁCIDO.- Que la comunicación de la Academia de Ciencias de París, por lo que le van a dar esta noche un banquete, es un documento apócrifo.

 

ELENITA.- ¿Qué dice usted, don Plácido?

 

DON PLÁCIDO.- Sí, Elena, sí. Una burla grotesca, hecha por cuatro guasones, con un refinamiento cruel; porque han falsificado firmas; y un experto, ha dibujado, con toda perfección, sellos y membretes, dando al documento un aspecto de realidad, capaz de engañar al más avisado. ¡Las bromas del Casino! ¡Las célebres bromas del Casino!

 

Mensaje número 942: La importancia de no perder la clara visión de las más sencillas verdades. Arniches nos ha proporcionado la parte grotesca de la historia, la gloria de D. Sócrates es falsa, está alimentada por los “desocupados” del Casino, esa clase que es denunciada por él desde 1916 con “La señorita de Trevélez”.

 

Espectacular giro que da la historia contada por Arniches que introduce un elemento nuevo en el devenir de la trama: ¡el documento de París es un engaño! Arniches ha dejado al espectador y al lector que se introduzcan en un camino sin retorno, en una discusión sin solución, para, ahora, en el tercer acto, contarnos algo que enturbia aún más las cosas. ¿Puede que esto sea una tabla de salvación?

 

La cuarta escena la aprovecha Arniches para el relato del experimento de empleo del Antipirosuplebom. Don Sócrates y Relajo se meten en la casa vacía que tiene la familia en la Alameda, la rodean con leña que rocían con gasolina. El mismo don Sócrates sale por el balcón con una tea gritando: “¡Guadalurrianos! ¡Todo por la ciencia! ¡O gloria o muerte!” Lanzando él mismo la tea que prendía los haces de leña.

 

Finalmente, tiene que salir por el balcón pidiendo socorro y completamente achicharrado.

 

Llegan a casa en un taxi y explican que ha debido de ser un error de la fórmula, además de un fallo en la aplicación en de los polvos por parte de Relajo.

 

CHISTES DE ARNICHES NÚMERO 455.

 

(Acto III, Escena VI.)

 

ELENITA.- ¿Pero cómo ha sido esto, papá?

 

DON SÓCRATES.-.-Nada, hija; que me ha fallado la fórmula… Era equis más dos ene bé prima…

 

ELENITA.- ¿Y no era prima?

 

DON SÓCRATES.-Era gemela nada más, porque había que repetir la ecuación…

 

El resultado es que se quema su casa y dos más baratas que tenía a los lados. Los bomberos no pueden controlar el fuego y éste se extiende ¡al Ayuntamiento, el Gobierno Civil, la Audiencia, el Teatro y el Cuartel de Bomberos…!

 

HISTORIAS DE ARNICHES NÚMERO 168.

 

(Acto III, Escena VI.)

 

DON SÓCRATES.-Yo les dije que trajeran un poco de leña, para hacer las pruebas…, cuatro o cinco haces…, ¿pero qué haces?…

 

ANSELMA.- ¡Quitándole a usté este tizón!

 

DON SÓCRATES.- ¡No te digo a ti, hija!… ¡Pero qué haces!… ¡Verdaderas carretadas! Rodearon la casa de una muralla de leña; añade a esto que todo el mundo echaba sobre ella gasolina y teas encendidas… con una fruición criminal…

 

ELENITA.- ¡Asesinos!

 

DON SÓCRATES.-Y claro, a los pocos minutos, ardía por los cuatro costados. Yo, empavorecido, cargué el cilindro de Antipirosuplebom… y le di a Relajo otro cilindro para que me ayudara. Empecé a soplar…, ¡fú, fú, fú, fú!… y a esta llama quiero, a esta no quiero… las iba apagando con cierta rapidez; pero a poco, eran tantas, que a pesar de que fú, fú, fú, era vertiginoso… no daba a abasto. ¡Y en esto, veo aterrado, que Relajo soplaba, pero no le salían los polvos!…, ¡sss… sss…! …¡todo eran fallos!

 

RELAJO.-Se me había embozado el canuto; y, además, ¿quién soplaba viendo que el saqué me empezaba a arder y que el fuego se me corría por la corbata?

 

DON SÓCRATES.-Yo solo, claro, no podía con el incendio… Además, se me agotaba el aire y mi “fú, fú, fú”… era cada vez más débil y el de éste era un “fú, fú, fú”, como de una máquina cuando entra en la estación… ¡Fú, fú, fú!…

 

La ciudad ardiendo. La lucha fratricida deja un país en llamas.

 

Sócrates le explica el error en la fórmula a Relajo. Ahora sabe lo que tiene que cambiar… Relajo propone falsear la razón del fracaso y achacarlo a un “cortocircuito”. Domingo explica el por qué de la suspensión del banquete en honor a D. Sócrates.

(Acto III, Escena VIII)

 

MINGO REMESA.- Pues porque como la lucha entre usted y don Plácido se hecho política y nosotros influimos en los chofers, para que no llevaran a don Plácido ni el equipaje a la estación; los del Casino, en represalia, han influido en los camareros, que le han declarado a usted el boicot, negándose a servir el banquete de esta noche.

 

DON SÓCRATES.- ¡Qué infamia! ¿Pero es posible?

 

RELAJO.- ¿Pero qué dices?

 

MINGO REMESA.- Y hay más

 

DON SÓCRATES.- ¿Más que eso?

 

MINGO REMESA.- Sí, señor: que ha mediado una influencia con el Presidente de la Unión de Pescaderos “El Océano Alimenticio” y el pescadero del hotel se ha negado a entregar las sesenta langostas que se le habían pedido para la comida.

 

Mensaje número 943: Tras el horror del fuego destructor viene la politización de todos los aspectos de la vida y de los diferentes sectores de la sociedad; unos a favor de unos, y otros a favor de otros. La semilla del odio está sembrada. Con el paso del tiempo ni unos ni otros sabrán por qué se enfrentaban.

 

Deciden poner fin a tales desmanes. Mingo y don Sócrates salen a arengar a sus muchachos. Relajo se queda con Elena y le plantea abandonar a Luisito y formar pareja con él.

 

La reacción de Elena es brutal, como su rechazo y le deja con la puerta en las narices. Cuando la cierra tras de sí y Relajo se queda aporreándola, vuelve la magia de Arniches, que hace que el que salga de la puerta sea ¡Luisito! Relajo se queda aterrorizado y éste le zarandea provocando las escenas más hilarantes nuevamente.

 

(Acto III, Escena XI)

 

LUISITO.- ¡Basta de esdrújulos, que van a ser los últimos que pronuncie usted en este mundo!, ¡so gaznápiro! (Le da un puntapié.)

 

RELAJO.- ¿Pero va usted a hacer hincapié… (Se lleva la mano a la parte dolorida.) … en los cuatro comentarios inocuos de un muchacho inofensivo, como yo, que solo ha pretendido la plaza, en caso de vacante?

…..

 

LUISITO.- ¡Bribón!… ¡Te voy a echar a la calle!… ¡te voy a…!

 

RELAJO.- ¡Hombre; ya era hora de que nos tuteáramos…!

 

Elenita le detiene en el último momento cuando le va a arrojar por el balcón. Llega don Sócrates y se marcha Relajo renunciando a su amistad. Don Plácido entabla la conversación final con su hermano para hacerle entrar en razón. Le comunica que se va.

 

(Acto III, Escena XIII)

 

DON PLÁCIDO.- No es villanía. Es la verdad que vas a oír inexcusablemente. Y por envidia, – ¡negro baldón de las almas!-

 

Mensaje número 944: La envidia: negro baldón de las almas.

 

Finalmente, tras demostrarle que lo de París era todo falso, y que estaba quedándose en ridículo, le comunica que le acaba de nombrar Subdirector del Instituto Nacional que va a dirigir él en Madrid, y le pide que acepte.

 

Sócrates cae de rodillas implorando perdón

 

(Acto III, Escena XIII)

 

DON PLÁCIDO.- (Le tapa la boca.) ¡Calla! Una lágrima sincera, basta para borrar el más negro sentimiento. ¡Lo ha dicho Jesús!

 

Mensaje número 945: El poder del perdón y el del arrepentimiento es inmenso. “Una lágrima sincera, basta para borrar el más negro sentimiento. ¡Lo ha dicho Jesús!”, le dice Plácido a Sócrates.

 

(Acto III, Escena XIII)

 

DON PLÁCIDO.- Sócrates: no vaciles. Sal de este ambiente grotesco; levanta el espíritu huyendo de estas miserias y pequeñeces; y si tuviera, que no la tiene, todo esto, algo de humillación, acéptala como castigo por el desafecto a tu hermano. ¡Ven, Sócrates, ven a mis brazos! (Se abrazan.) Y que al fin estén juntos estos corazones, que no debieron desunirse nunca.

 

DON SÓCRATES.- ¡Plácido, eres un santo además de un sabio!

 

DON PLÁCIDO.- Ni sabio ni santo. Soy tu hermano, nada más. ¡Vuelva a unirnos el vínculo fraternal! ¿Qué importan gloria ni nombre? ¿Para qué nos sirve una gloria que despierta la envidia y el odio de muchos? Humildad, perseverancia, trabajo… Eso nos está pidiendo a todos la hora actual.

 

Mensaje número 946: La hora actual es lo que nos pide: humildad, perseverancia y trabajo. No enfrentamiento entre hermanos.

 

DON SÓCRATES.- Pero un sabio como tu…

 

DON PLÁCIDO.- Nada. Créeme, Sócrates: no hay sabiduría mayor que la de conformarse cada uno con ocupar con dignidad y alegría, el sitio en que Dios le ha colocado. Si te sales de él, por soberbia o por envidia, – ya lo has visto-, te acecha el ridículo y, al fin, se burlan de ti hasta tus propios amigos.

 

Mensaje número 947: Todos debemos ocupar nuestro lugar en esta vida y hacerlo lo mejor posible con dignidad y alegría. Este mensaje lo repetirá en su autorretrato.

 

Todos quedan de rodillas pidiéndose perdón y Plácido les dice:

 

(Acto III, Escena XIV)

 

DON PLÁCIDO.- ¡No, déjalos; que le pidan perdón a su propio decoro, ultrajado por su indignidad de hombres abyectos!

 

Mensaje número 948: El que ha obrado mal debe pedir perdón a sí mismo antes que a los demás.

 

Sócrates manda a todos a preparar una gran mesa para comer todos juntos y se baja el telón

 

Fin de la tragedia grotesca.

 

MENSAJES DE ARNICHES

 

MENSAJE NÚMERO 923: Arniches no desaprovecha para meterse contra las agrupaciones políticas; no podía con ellas. En este caso, no solo son los parados sino también los alcohólicos.

 

MENSAJE NÚMERO 924: La política sigue siendo un baile de nombres, como en este caso con los ministros de la gobernación. La situación política era muy grave.

 

MENSAJE NÚMERO 925: La envidia como centro de toda la ira del ser humano. Siempre será la envidia el centro de todas las disputas. Siempre habrá gente que querrá amargar la gloria de los demás.

 

MENSAJE NÚMERO 926: Contra las cacicadas del Alcalde. Como de costumbre el que tiene poder comienza con las cosas más nimias y termina con las de mayor envergadura. La deshonra no se mide por la cantidad del robo sino por el hecho de robar. Señala el alcalde que el director es Agrario, es decir de una posición política contraria a la suya.

 

MENSAJE NÚMERO 927: La bajísima preparación de los políticos, y que además hacían gala de la misma, reconociendo que los que más estudiaban eran los de las ideas contrarias.

 

MENSAJE NÚMERO 928: La necesidad de la intriga para poder acceder a los honores y méritos en este país. Denuncia la realidad de un país de enchufismos, favoritismos y corruptelas.

 

MENSAJE NÚMERO 929: La mezquindad del hombre, que tras un posible y fenomenal descubrimiento ¡solo piensa en destrucción y conquista del resto de los hombres!

 

MENSAJE NÚMERO 930: El delirio de grandeza en los líderes es más que frecuente en la historia, por no decir una constante en los dictadores. Arniches caricaturiza a uno de sus personajes con un claro delirio, incluso antes de haber terminado las pruebas científicas de su producto.

 

MENSAJE NÚMERO 931: Compartir los honores. Nada de lo conseguido hasta el momento es fruto de uno en exclusiva. Todo está basado en las aportaciones de todos.

 

MENSAJE NÚMERO 932: Arniches ha dibujado a un gigante que será un digno oponente a Plácido. El delirio de grandeza está consumado. El objetivo de arrasar España es una premonición de la guerra. Don Sócrates representa la parte del levantamiento militar, la parte del pensamiento uniforme que predicará el Franquismo tan solo cuatro años más tarde, en el que expondrán la necesidad de acabar con todo lo anterior para construir una España nueva. Pensamiento que dio lugar a las más terribles atrocidades entre hermanos. Nunca quisieron hacer un nuevo país entre todos. Buscaron la eliminación de todo aquello que no fuera de su parte.

 

MENSAJE NÚMERO 933: Arniches retrata la sociedad mojigata y mentirosa de provincias; siempre viviendo en la mentira y el engaño. Luego vienen los problemas derivados de esas actitudes.

 

MENSAJE NÚMERO 934: El amor de los hijos de padres enfrentados, es un arma más poderosa que el odio, y puede ser parte de la solución del conflicto.

 

MENSAJE NÚMERO 935: Arniches denuncia a la prensa partidista, a los panfletos de partidos que se hacen llamar periódicos. Arniches fue periodista en sus primeros años de profesional, y no puede con este tipo de prensa, que como hace Relajo, orquesta mentiras dentro de las propias noticias.

 

MENSAJE NÚMERO 936: El amor inquebrantable de los hijos a los padres con respeto a sus decisiones aunque éstas no sean compartidas en absoluto.

 

MENSAJE NÚMERO 937: De nuevo Arniches nos presenta a los padres intransigentes echando la culpa a la educación moderna, los males que ellos no saben resolver en casa.

 

MENSAJE NÚMERO 938: La necesidad de un padre de convertirse en abuelo para transmitirle toda su felicidad y sabiduría.

 

MENSAJE NÚMERO 939: La injusticia tiene lágrimas que un día se han de llorar. Cuánta sabiduría hay en esta frase lapidaria que ahora vemos cumplida con los horrores que nos muestra la memoria histórica. Tantas injusticias cometidas durante las contiendas, que llevan a los gobiernos a llorar y pedir perdón por aquellos hechos del pasado.

 

MENSAJE NÚMERO 940: Ser periodista implica manejar con templanza todo el poder que te da la pluma; exigir que la justicia prevalezca por encima de las amistades; no olvidar nunca que el corazón es lo más próximo que está a la pluma a la hora de escribir; no envenenarse nunca con la perversidad y la infamia. Para Arniches el comportamiento reprobable de la prensa durante aquellos años de 1934 era altamente reprobable.

 

MENSAJE NÚMERO 941: La hipocresía. Arniches dibuja un defecto más en D. Sócrates. Cuando espera que el fallo sea desfavorable habla de científicos mercachifles; cuando lee un fallo favorable habla entonces de “los sabios más eminentes”… ¿Qué mensaje nos está dando? La hipocresía del pueblo es un mal endémico: nada hay como lo nuestro, lo extranjero es una basura…, hasta que nos ensalzan… Arniches nos indica que este camino hipócrita no tiene recorrido. La honradez y la capacidad para afrontar los hechos sin mentirnos es su propuesta.

 

Mensaje número 942: La importancia de no perder la clara visión de las más sencillas verdades. Arniches nos ha proporcionado la parte grotesca de la historia, la gloria de D. Sócrates es falsa, está alimentada por los “desocupados” del Casino, esa clase que es denunciada por él desde 1916 con “La señorita de Trevélez”.

 

MENSAJE NÚMERO 943: Tras el horror del fuego destructor viene la politización de todos los aspectos de la vida y de los diferentes sectores de la sociedad; unos a favor de unos, y otros a favor de otros. La semilla del odio está sembrada. Con el paso del tiempo ni unos ni otros sabrán por qué se enfrentaban. Arniches dibuja una situación de pelea doméstica inicial, seguida por broncas y altercados callejeros, después peleas dentro del ayuntamiento y después el fuego arrasador. Es un dibujo bélico en toda regla.

 

MENSAJE NÚMERO 944: La envidia: negro baldón de las almas.

 

MENSAJE NÚMERO 945: El poder del perdón y el del arrepentimiento es inmenso. “Una lágrima sincera, basta para borrar el más negro sentimiento. ¡Lo ha dicho Jesús!”, le dice Plácido a Sócrates.

 

MENSAJE NÚMERO 946: La hora actual es lo que nos pide: humildad, perseverancia y trabajo. No enfrentamiento entre hermanos. Cuando Arniches habla de la “hora actual” se está refiriendo a la España de 1934. Esta es su receta para evitar lo que después ocurrió.

 

MENSAJE NÚMERO 947: Todos debemos ocupar nuestro lugar en esta vida y hacerlo lo mejor posible con dignidad y alegría. Este mensaje lo repetirá en su autorretrato.

 

MENSAJE NÚMERO 948: El que ha obrado mal debe pedir perdón a sí mismo antes que a los demás.